Tuesday, September 25, 2007

Garopaba - Crónica XXXI - Por: Eduardo Bechara Navratilova


Nota al lector: Esto no es ni una guía turística ni un manual de viajero.



Odio levantarme con esta sensación de vació en el estomago; te hace sentir fuera de lugar y fuera de tiempo. La vida entera se te cruza por enfrente como una película acelerada que te recuerda quién eres, de dónde vienes y qué has hecho. Las paredes del cuarto parecen aprisionarte y el sentimiento de constricción termina haciéndote huir.

¡Diablos! Necesito que las cosas se muevan, que los acontecimientos se desarrollen. Parezco sumido en una especie de hoyo temporal que me atrapa con sus tentáculos y no me deja seguir adelante. Es como si el tiempo se detuviera pero aún así sigues envejeciendo y el mundo afuera continúa latiendo en su ritmo habitual.

Me levanto y voy directo a la ducha. No quiero más de esto, me baño y me arreglo. Cuando las cosas no andan bien, los momentos más felices de tu vida se te cruzan por enfrente: El rostro de tu papás cuando eras chico, el día en que quedaste campeón de fútbol en tu último año de colegio, la primera vez que te acostaste con una mujer que te encantaba, te lanzaste de un avión con paracaídas, Tatiana y yo en una playa del Tayrona, imágenes repetidas de una vida anterior en compañía de tus amigos y de otra gente que probablemente jamás volverás a ver.


Salgo y camino hasta la calle principal en donde pasan buses que van hasta Garopaba. El próximo llega a las 11:43 a.m. Sacó el portátil de mi maleta y miro si recibe la señal del local en el que me conecté el día anterior. El calor es intenso y el sol cae tostando los adoquines. Entro a Internet viendo un mensaje de Luis Evelio Garcia en el que me indica que correrá el asado para cuando yo esté. Le digo que no lo haga, que acabo de tomar la decisión de moverme más rápido y que el sábado estaré allá. Entro a Gmail y me encuentro con Tatiana. Me pregunta cómo ando y le digo que no muy bien. Que estoy viviendo una montaña rusa que me revive todo lo malo que pasó y luego me lleva por nuestros mejores momentos. Mientras chateo intento montar la crónica en el blog del Tiempo, pero justo cuando ya lo tengo todo listo y pulso el icono final, me dice que hay un error. Maldigo. Vuelvo a intentarlo pero me bota el error de nuevo. Intento montarlo en mi propio blog con las fotos que elegí, pero por alguna razón no la publica. Maldigo tres veces. Tantiana escribe: “Estás así porque aún no has quemado los malos recuerdos”. No sé si los quiera quemar, pienso, pero no lo escribo. Los malos momentos hacen parte de la vida, no creo que deban quemarse así de fácil. ¿Por qué se lo estás poniendo tan difícil? No te das cuenta de que te está dando un consejo para tu propio bien, acaso ¿te gusta como estás? Claro que no, pero uno no puede borrar el pasado porque le hace daño, es parte de tu existencia, de la información que adquieres y sirve para desarrollar mecanismos de defensa. Si los borraras así como se borra un archivo de un computador no tendrías como ganar experiencia y todo lo que has vivido en tu vida se volvería vano.

No sé si los quiera quemar, le escribo // ¿Por qué me haces esto? // Yo no te estoy haciendo nada // esto me deja muy mal // que puedo hacer, estoy siendo sincero.


En ese momento parquea enfrente un hombre alto, flaco y narizón que se baja de un Volkwagen Passat destartalado. Es el tipo que intentó alquilarnos un cuarto en su posada hace un mes; a Tatiana no le gustó porque quedaba muy lejos de la playa. Me saluda. Deja algunas cosas en un local contiguo y camina de forma desgarbada hacia su carro.

- Oye, ¿estás esperando un bus? – me grita.

- Sí, voy a Garopaba.

- Yo voy para allá, si quieres te doy una ´carona´.

Le cuento a Tatiana. ¿Me vas a dejar aquí así? // Me toca, tengo que irme // no me dejes así // esta tarde me conecto de nuevo.

Cierro el computador lo meto en la maleta y entro al carro. El olor a humedad es brutal, el óxido se ha ido comiendo hasta los bordes de las ventanas.

- ¿Cómo te ha ido con la posada?

- Me da para sobrevivir.

- ¿Y el almacén?

- En realidad no da ganancia, pero tampoco pérdida. Hay que esperar un poco o si no lo cerramos. Lo bueno es que el dueño es amigo nuestro y el alquiler es barato. Mi esposa tiene algo que hacer ¿entiendes?


Dejamos atrás la carretera destapada y entramos a una asfaltada en la que es posible ver algunas casas de concreto a lado y lado, que parecen haber sido construidas por algún maestro de obra. Luego de un par de kilómetros es posible ver extendidos pastizales, uno después de otro, en los que se aprecian cientos de vacas rumiando, hasta que pasamos en frente de una fábrica de altas paredes blancas, en la que hay un enorme letrero en el que está escrito: Mormaii.

- Estos la tienen toda. Hacen tablas e implementos de surf que se venden en todo Brasil y afuera en el mundo. Hace años, no tanto, eran tan solo una empresa familiar que hacía tablas rústicas. Mira lo que tienen ahora.

Sus ojos vuelven a la carretera con resignación. Tiene una gran manzana de Adan que lucha el predominio con su nariz. Su rostro es huesudo así como lo son sus nudillos prominentes y largos dedos que agarran el desgastado timón.

Parquea en la calle principal de Garopaba, frente a una ferretería en la que hay algunas personas. – Hasta aquí llego – dice – debo comprar algunas cosas para seguir en el proceso de terminar la posada. Toma, te regalo este libro de crónicas que un amigo mío escribió.


Me despido y camino hacia la playa por donde termina la calle. Hay varios almacenes coloridos de diversas marcas que abren sus puertas a los pocos turistas que pasean las calles. Llego a la playa que se extiende bordeada por casas, hasta una punta que se ve del otro lado de la bahía. Un letrero rojo en letras blancas dice: “Cão na praia, não! É lei. Denuncie: 3354.0500. Multa de R$ 150.oo”.

Un tipo hace ´kitesurf’ en el mar, halado por una cometa de nylon elevada a unos 20 metros de altura, que lo lleva de un lado a otro saltando olas con su tabla, al punto de quedar suspendido por algunos segundos antes de volver a caer al agua. Bordeo la arena viendo unas montañas lejanas que cierran la bahía de cara al océano. Un yate y algunos barcos pesqueros de bajo calado anclan frente a unas casas de tejas de barro que parecen robarle espacio al mar. Balsas coloridas de pescadores con diversos nombres: “Champagne”, “Cassimile”, “Anjo Guerreiro” yacen en la arena esperando su nuevo turno de aventurarse sobre las olas. Una garza solitaria busca conchas cerca a la salida de un dique. Camino la playa hasta llegar al punto donde las casas me desvían y tomo la calle llegando hasta la ensenada de las canoas en la que una pequeña iglesia blanca se levanta sobre una loma. Del otro lado unos pescadores desenredan una atarraya mientras otro empuja una balsa playa arriba. Escalo los peldaños hasta la iglesia cuyo interior es pequeño. Tiene algunas decoraciones religiosas en madera pero es muy sencilla. Del otro lado, pasando por una estrecha puerta hay un pequeño cuarto a modo de museo, donde se exhiben algunos recortes de periódicos en la pared. Me acerco y veo una vieja foto en blanco y negro de una ballena arponeada en la playa, otras en las que aparecen miles y miles de pescados plateados atrapados en redes gigantescas, algunos hombres sacando pecho al lado de un tiburón blanco que cuelga del mástil de un barco pesquero, y una de algunas otras personas influyentes que lucen traje y sombrero, sonriendo sobre el fondo de un grupo de ballenas arponeadas, cuya sangre tiñe el alrededor. Salgo y camino por una calle de casas lujosas, subiendo por una pendiente que me deja ver la totalidad de la playa extendida sobre la población. Al fondo el ´kitesurfer´ se aprecia como una mancha que el color verde fosforescente de su cometa resalta. Pinos y otros árboles bordean la calle adoquinada que conduce a ´Praia da Vigia´ que se ve a lo lejos rodeada de grandes y elegantes casas que se asoman sobre la ladera. Camino hasta allá, topándome con un carro de policía que se viene contra mí con la intensión de arroyarme. Algunos bañistas de clase alta disfrutan del día tendidos en la playa sin ninguna otra preocupación. Parejas en su mayoría, algunas mujeres y una sola familia, cuya pequeña hija salta de un lado para otro, habitan el estrecho reducto exclusivo. Me siento en la arena y tomo algunas fotos. Sobre una loma cercana se aprecia una mansión vistosa de color ocre amarillo y café que acapara las miradas. Del otro lado, una gran casa de color blanco y diseño innovador, se erige como reina.


Camino de vuelta hasta el centro de Garopaba bajo los intensos rayos del sol, llegando hasta una plaza en donde pasa el bus a ´Praia do Rosa´. Lo espero durante 45 minutos leyendo el libro de crónicas que me regalaron, hasta que llega y me monto al lado de un hombre con un gallo entre una caja. Puedo ver su cresta roja moverse de un lado a otro por el borde de los pliegos de cartón. El bus da una vuelta antes de salir a la carretera, recorrer algunos kilómetros y entrar en cada poblado a recoger y dejar pasajeros.

Al cabo de una hora llego a ´Praia do Rosa´, me bajo y camino hacia el local en donde saludo a Flavia y me conecto a Internet de nuevo.

“No sientas esas cosas” me escribe Tatiana // estoy intentando no hacerlo // Quémalas, es en serio, no tienes por qué quedarte con lo peor de mi.


La noche se adentra mientras escribo algunos mensajes a otras personas. Luis Evelio me responde diciendo que el asado queda para el sábado y me pide que le envíe la hora en la que llego para irme a buscar en la Terminal. Continúo chateando con Tatiana al tiempo en que un nudo grande crece en mi garganta. Deberías estar escribiendo; andas muy atrasado en las crónicas. ¡Bahhh! Cállate. Estás perdiendo tiempo. ¡No me jodas!

No quiero discutir esto por Chat – le escribo // No hay otra forma // Si, pero a mi esto del Chat no me gusta, siempre termino molesto contigo // Qué triste. // Si.

Afuera el viento sopla una vez más. Las ramas de los árboles se mueven de un lado a otro pero no parece ser una señal de tormenta.

- Van a ser las ocho – me dice Flavia desde la caja.

Me tengo que ir // Otra vez me vas a dejar así // Sí, no puedo hacer nada, aquí ya me están echando.


Me desconecto, salgo y camino por la vía principal. ¡Maldita sea! Por qué no puedo tener algún momento de tranquilidad. Llego al hostal y me pido un ´prato feito´. El argentino de pelo largo está comiendo con la pareja de argentinos del otro lado. Otra pareja de extranjeros habla susurrando. Como y vuelvo a la casa bajo un cielo despejado que se aprecia en tercera dimensión mostrando la galaxia de Milky Way. Estrellas cercanas y lejanas titilan cubriendo el hemisferio entero. Veo a Orión y la constelación de Sagitario. Me detengo un rato impactado por la imagen. Sigo adelante al tiempo en que me vuelve a la cabeza lo que un amigo que vive por fuera me dijo: - Colombia ya no es mi casa. Allá viven mis papás y algunos amigos que adoro, pero ya no es mi casa. Llega un punto en que la casa de tus papás o el país en el que naciste ya no es tu casa. Es un sentimiento extraño pero pienso en ello con frecuencia; mi casa es mi esposa. No importa en dónde estemos. Debe ser producto del sentimiento de familiaridad que ella me brinda. Tu eres mi casa, le he dicho muchas veces.

Llego a la cabaña y cierro la puerta. ¡Aaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhh! ¡Puta vida! ¡Nadie me diga nada!

Esta historia queda en continuará…, porque el mundo es mejor verlo con los propios ojos que por el Discovery Channel. (Las publicaciones se harán los martes aunque su periodicidad no puede garantizarse dada la naturaleza del viaje. Espere los jueves reportajes gráficos). Para ver más fotos del viaje diríjase a las páginas www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com y www.brasilendosruedas.blogspot.com Agradecemos a los siguientes colaboradores: Embajada brasilera en Colombia, Ibraco (Instituto cultural de Brasil en Colombia), Casa editorial El Tiempo, eltiempo.com, Avianca, Jugos Blast, Gimnasio Sports Gym y la revista Go “Guía del ocio”.


Monday, September 17, 2007



Tormenta en Praia do Rosa - Crónica XXX - Por: Eduardo Bechara Navratilova

(Esta travesía no podría hacerse sin el patrocinio de Gótica Eventos, Blast Premium y Hanna Estetics, Bogotá)

Favor hacer las donaciones para los niños con cáncer en la cuenta de ahorro exclusiva para Brasil en dos ruedas, número 0483124605-2 de Bancolombia a nombre de OPNICER (Organización de padres de niños con cáncer, Nit: 830091601-7). Con estas donaciones usted está ayudando a un niño enfermo de cáncer a tener una posibilidad de vivir.

Nota al lector: Esto no es ni una guía turística ni un manual de viajero.


El viento golpea el vidrio una y otra vez produciendo un sonido prolongado, una especie de lamento fatídico que resuena contra las paredes del local. Aún no es de noche pero los nubarrones extendidos bajo el cielo parecen haber terminado adelantando el ocaso. Un frío inusitado se cuela por mi piel incrustándose en mis músculos. Soy la única persona en aquel sitio, a excepción de una señora que compra un paquete de cigarrillos que la tendera saca de una vitrina.

- Esto pasa cuando una columna de viento que viene del sur se encuentra con una cálida que bajaba del norte. Es mejor que se apure si no quiere mojarse – oigo que le dice.

Sus palabras aparecen en la pantalla como emisarias justicieras que me indican que aún está molesta conmigo. “Ese cuento de la brasilera en el hostal de Buenos Aires me tiene enferma” leo al tiempo en que la mujer abre la puerta para salir y algunos papeles se vuelan del mostrador con la ráfaga. Le escribo que yo también me siento igual hacia ella, que lo he recordado todo. ¿Por qué le escribes eso? Porque es lo que siento, debo dejarlo salir. Sabes que la puede destruir. Lo sé, pero debo hacerlo. ´Tatiana is typing a message´ leo en el borde interior del rectángulo antes de que aparezca la siguiente frase: ¿Por qué me haces esto? // Porque es lo que siento // ¿Qué sientes? // Que tu me hiciste mucho daño // No quiero que sientas eso // No puedo evitarlo // ¿Tienes un teléfono al que te pueda llamar?

Camino hasta la tendera y le pregunto si puedo recibir una llamada. Me dice que sí pero que no me demore. Me da el número; lo envío por el Chat. Una tormenta se desata afuera donde las ramas de los árboles se mecen con violencia de un lado a otro. Las gotas caen sobre el pavimento con rabia partiéndose en mil pedazos. El teléfono timbra.

- Alo.

- Hola. ¿Cómo vas?

- No muy bien.

- Me has hecho mucha falta.

- Tú a mí.

- ¿Por qué andas pensando esas cosas tan feas?

-No sé, las cargo conmigo a donde voy.

- ¿Porqué no las metes en una bolsa y les prendes candela?

Un hombre abre la puerta y la entrada se salpica por completo. Sacude su cuerpo empapado y quita el pelo de su cara. Saluda a la tendera con un beso y camina hacia mi, poniendo unas cajas mojadas sobre el escritorio. Me mira con desagrado y dice: ¡Flavia! En cualquier momento nos puede entrar una llamada - ella me mira.

- Yo te adoro.

- Y yo a ti, sólo que todo lo que pasó me hizo mucho daño.

- Yo sé, pero déjalo ir.

Vuelvo al computador en donde reviso mi correo. Tengo un mensaje de Luis Evelio García que me dice que unas amigas colombianas de él van a llegar el sábado y que le gustaría saber si yo voy a estar en Florianópolis para esa fecha, pues quiere organizar un “asado colombiano”. Le respondo diciendo que no estoy seguro que esté allá pues quiero aprovechar mi estadía en ´Praia do Rosa´ para escribir.

Flavia me dice que está a punto de cerrar cuando el reloj se acerca a las ocho de la noche. Me despido de Tatiana en el Chat: Me encantó hablar contigo // a mi también, ya me siento más tranquilo.

Salgo a la calle. Un olor a vegetación mojada y humedad invade el ambiente. No llueve pero el hemisferio esta cubierto de nubes que la luna delata. Camino hacia el hostal en donde me como un ´prato feito´ por 6 reales y vuelvo en la oscuridad de la noche por la carretera destapada, en la que me topo a un búho de plumas cafés sobre el poste de un alambrado. Sus grandes ojos amarillos circundan sus pupilas como anillos dorados, captando cada uno de mis movimientos con un milimétrico sentido que lo induce a alzar el vuelo cuando estoy cerca. Llego a la cabaña y cierro la puerta tras de mi.

Bueno, por lo menos ya te sientes más tranquilo. ¿Estás loco? Ahora estoy peor. Pero si hablar con ella alivió tu espíritu. O empeoró el mal; no te das cuenta de que sigo perdido en este laberinto sin encontrar la salida. El laberinto está en tu cabeza, tu mismo te lo inventaste. Lo que es aún peor; los peores demonios del hombre están adentro de ellos mismos, actúan como enemigos invisibles que te pueden llevar a la muerte. Estás filosofando de nuevo. ¿Qué quieres que haga? Sabes que vivo una incertidumbre que me atormenta un instante tras otro, que aquellos dos dragones habitan en mí y que la muerte de uno de ellos también es la muerte de algo propio. ¿Sabes lo que es perder con la cara y perder con el sello? Eso no es nada nuevo, cualquier decisión es así, ganas algunas cosas y pierdes otras, es la vida de todo el mundo. Sí, con la diferencia de que aquí pierdo a la mujer que amo o la vida de artista con la que tanto he soñado.

Tomo un vaso de agua y me cepillo los dientes. Apago la luz y entro en la caliente cama que el ventilador no refresca. Su ruido asfixia el silencio de la noche. Doy vueltas hacia un lado y hacia el otro en medio de una oscuridad que lo consume todo. Mi cuerpo suda. Su voz me viene como un eco que retumba en mi cabeza. Su dulzura me martilla recordando lo que pierdo. Quiero darle cabezazos a la pared, terminar con esta agonía que me agobia y exprime la energía que me habita. Al cabo del tiempo sucumbo.

Eres un pusilánime. ¿Vas a dejar que otros tomen las decisiones por ti? Si fueras un hombre fuerte estarías en otro lado, habrías echo dinero, lo tendrías todo. ¡Déjame en paz! ¡Maldito seas! Esa siempre es la salida fácil, alejarse del problema para no tener la responsabilidad de la decisión. ¿Vas a dejar que te roben tus sueños? ¿Qué degraden tu sacrificio, los años que le has invertido a esto? La quiero. Hablas como un mariquita; de cuando acá te has vuelto un blandengue, un sentimentaloide que se deja moldear por las circunstancias. Soy artista, cargo una terrible esclavitud. Sí, pero ya no es tiempo de volver, quemaste las naves.

No le hagas caso, sólo te dice eso porque sabe que perdió territorio, que lo que te plantea es insensato y que la lógica empieza a primar: volver al lado de la mujer amada y llevar una vida normal.

¡Dragones de mierda! ¡Déjenme en paz! ¡Malditos!


Esta historia queda en continuará…, porque el mundo es mejor verlo con los propios ojos que por el Discovery Channel. (Las publicaciones se harán los martes aunque su periodicidad no puede garantizarse dada la naturaleza del viaje. Espere los jueves reportajes gráficos). Para ver más fotos del viaje diríjase a las páginas http://www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com/ y http://www.brasilendosruedas.blogspot.com/ Agradecemos a los siguientes colaboradores: Embajada brasilera en Colombia, Ibraco (Instituto cultural de Brasil en Colombia), Casa editorial El Tiempo, eltiempo.com, Avianca, Jugos Blast, Gimnasio Sports Gym y la revista Go “Guía del ocio”.


Tuesday, September 11, 2007



Almuerzo en Conceição - Crónica XXIX - Por: Eduardo Bechara Navratilova

(Esta travesía no podría hacerse sin el patrocinio de Blast Premium y Hanna Estetics, Bogotá)

Favor hacer las donaciones para los niños con cáncer en la cuenta de ahorro exclusiva para Brasil en dos ruedas, número 0483124605-2 de Bancolombia a nombre de OPNICER (Organización de padres de niños con cáncer, Nit: 830091601-7). Con estas donaciones usted está ayudando a un niño enfermo de cáncer a tener una posibilidad de vivir.

Nota al lector: Esto no es ni una guía turística ni un manual de viajero.


El agua crispaba ante los rayos que caían perpendiculares. Tenía hambre, aunque la vista de aquel hermoso y apacible lugar, lleno de bañistas en la orilla, kayaks, tablas de ´windsurf´ y bicicletas marinas de grandes y coloridas ruedas de plástico girando, lograba pasmarla. Estabas tensa, mirabas el entorno sin mucho interés pensando en alguna cosa. Yo creía que seguías molesta porque me había demorado tomando algunas fotos del arenal en el mirador, pero no era eso lo que te preocupaba.

Buscábamos un sitio en el cual comer; en días anteriores habíamos almorzando ahí mismo en un restaurante de barra libre de mariscos por solo 15 reales, pero esta vez queríamos cambiar y procurábamos, sin lograrlo, una nueva alternativa que satisficiera nuestros gustos de acuerdo a nuestros bolsillos.

- Tengo que pagar cuatro millones de pesos – dijiste luego de bajarnos del carro – el plazo se vence hoy.

- ¿Tu papá no te los presta?

- Préstame tu celular.

Así lo hice. Marcó unos números y al cabo de un momento la vi esperando con la mirada perdida sobre el panorama turquesa de la laguna.

- ¿No te contesta?

- Llamé a un ´call center´, voy a ver si puedo hacer una transferencia desde acá.

- ¿Y te tienen esperando?

- Sí, una computadora contestó.

Permanecí callado, aunque la idea de llamar al ´call center´ de un banco en Colombia desde un celular con ´Roaming International´ de tarifa millonaria no me gustaba. Entramos a un restaurante de pastas que se veía bien, las mesas tenían mantel, los asientos eran cómodos y la pared sostenía algunos cuadros de un paraje mediterráneo, pero cuando vimos la carta salimos del lugar. Entramos a otro mientras hablabas con algún funcionario del banco que finalmente había contestado. Nos sentamos al tiempo en que explicabas la situación e intentabas convencer a la persona de que podías demostrar que en efecto eras tu quien hablaba. Intenté no mirarte, el mesero no traía la carta y en ese instante empecé a contar cada minuto que pasaba mientras dictabas de un papel algunos números por el teléfono y luego continuabas hablando.

- ¿No nos vas a traer la carta?

- Pensé que estaban ocupados – respondió él.

La trajo y me di cuenta de que los precios eran peores que los del restaurante pasado. Te hice señas, nos levantamos y salimos de nuevo. No sabía bien a donde ir, no querías volver al restaurante de mariscos pero cualquier otra opción era inmanejable. Cruzamos la calle y caminamos hacia el carro, el maravilloso panorama de bañistas, kayaks y demás deportes acuáticos contrastando con el paisaje ahora lucía distinto. Intentaba comerme las manos para no decir nada, podían haber pasado unos quince minutos desde que habías marcado. Llegamos al carro y no tuve otra opción que seguir viendo el paisaje que ahora se planteaba como algo obligatorio; me tuviste ahí unos cinco o diez minutos más, lo recuerdo bien, unos jóvenes saltaban desde una plataforma ensayando clavados, hasta que finalmente colgaste.

- En cinco minutos me van a llamar para confirmar que estoy en Brasil.

Para ese momento ya no podía disimularlo, el minuto de la llamada entrante costaba el doble y el sólo hecho de pensar en ello quemaba la pared de mi estómago. Tomé mi celular, lo puse en el bolsillo de la mochila y me monté al carro sin decir nada.

- ¡Qué! ¿Me vas a hacer el reclamo?

- Mi papá es quien tiene que pagarlo en Colombia, no yo. Si fuera yo no me importaría.

- Eres un miserable, eres un miserable… un miserable, un miserable; eres un miserable, me dejas morir por cien pesos. Miserable, qué miserable… - mirabas por la ventana repitiendo aquella palabra que salía de tu boca para herirme una y otra vez como una daga que se clavaba en el centro de mi entraña. No respondí nada, aunque el dolor de oírte repetir eso mataba algo de mí por dentro, porque si bien podía resistir tus actitudes cuando me dejabas tirado en la playa al tomar muchas fotos o comentabas lo aburrido que me había vuelto, lo que salía de tu boca laceraba lo más íntimo de mi esencia convirtiéndome en una cucaracha. Supongo que ese es el precio que tengo que pagar por ser escritor. Mis papás lo cuestionaron cuando tomé la decisión de dejar el derecho: - ¿De qué vas a vivir?

Supongo también que la línea de acontecimientos es un resultado de los eventos del pasado, pero que me lo dijeras de esa manera, con aquel tono lacerante que usabas como si tú también estuvieras viviendo una pesadilla al estar ahí en esa isla paradisíaca conmigo, aparte de convertirnos a los dos en mártires, planteaba una división insuperable en nuestras vidas.

- Mucho miserable. ¡Increíble! Me deja morir por cien pesos – continuó diciendo cuando nos bajamos del carro en ´Praia Mole´ y caminó por un callejón desconocido. Había mucha gente; el lugar era muy lindo aunque eso no importaba. Cerré con rapidez y no tuve otra opción que seguirla hasta un local de llamadas internacionales del que hizo una por otros veinte minutos. No me atreví a decirle que en efecto había una llamada perdida en mi celular.

Cuando salió siguió caminando por ahí hasta que llegó a un almacén de vestidos de baño en el que compró dos. No hablábamos. Sólo la seguía aunque para ese momento tenía claro que era la última vez que me ponía en una situación parecida. Manejé en la desolación absoluta, bordeando el océano hasta ´Santino´. Cuando llegamos ya era de noche. No habíamos comido nada en todo el día pero no tenía hambre. Una vez más nos acostamos sin decirnos nada, ella se fue a su lado y yo al mío.

Levanto la cara de las manos, me paro y salgo de la cabaña. Aún hay luz aunque la tarde está muriendo. Camino por la carretera de tierra hasta la calle principal de Praia do Rosa llegando a un local de Internet en el que me conecto y entro a mi correo. Al poco tiempo me encuentra y recibo un mensaje.

“¿En dónde estás? Me tienes abandonada” – escribe // Ando en Praia do Rosa // ¡¿Qué haces allá?! – pregunta impactada.


Esta historia queda en continuará…, porque el mundo es mejor verlo con los propios ojos que por el Discovery Channel. (Las publicaciones se harán los martes aunque su periodicidad no puede garantizarse dada la naturaleza del viaje. Espere los jueves reportajes gráficos). Para ver más fotos del viaje diríjase a las páginas http://www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com/ y http://www.brasilendosruedas.blogspot.com/ Agradecemos a los siguientes colaboradores: Embajada brasilera en Colombia, Ibraco (Instituto cultural de Brasil en Colombia), Casa editorial El Tiempo, eltiempo.com, Avianca, Jugos Blast, Gimnasio Sports Gym y la revista Go “Guía del ocio”.