Tuesday, May 29, 2007

qhmduqi

Camino a Praia do Rosa - Crónica XXII

(Esta travesía no podría hacerse sin el patrocinio de Gótica Eventos y Hanna Estetics, Bogotá)

Favor hacer las donaciones para los niños con cáncer en la cuenta de ahorro exclusiva para Brasil en dos ruedas, número 0483124605-2 de Bancolombia a nombre de OPNICER (Organización de padres de niños con cáncer, Nit: 830091601-7). Con estas donaciones usted está ayudando a un niño enfermo de cáncer a tener una posibilidad de vivir.


Salimos del estadio a una calle atiborrada de personas. Hay un atasco brutal y los hinchas caminan como hormigas entre los carros. Esperamos un rato hasta que vemos un bus que nos sirve. Nos montamos. Atravesamos parte de la ciudad hasta que Tania se alista para bajarse.

- Buen viaje y cuídate mucho. Acuérdate de mirar a tu alrededor cuando camines sólo por la calle – dice. Me da un abrazo rápido, pulsa un botón rojo y se baja. Agita su mano hasta que la pierdo de vista. El bus recorre la avenida Borges de Medeiros hasta llegar a la plaza del mercado público. Unas personas duermen en el piso contra la pared del edificio. Me bajo con cierto temor detrás de unos hinchas de Inter que caminan en dirección al hotel. Al poco tiempo desvían el rumbo. Sólo uno sigue conmigo. Me mira pero no me atrevo a hablarle. Me pregunta algo a través de la máscara macabra del personaje de “Scary movie”. No entiendo lo que dice pero respondo que sí. Luce una camiseta roja del Inter sobre el siniestro disfraz negro de lino que cubre todo su cuerpo, incluyendo sus manos forradas. Bajamos por un callejón en el que a lo lejos hay dos personas que nos miran.

- ¿Puedo tomarle una foto? – le pregunto en un acto de valor sin saber quién está detrás de la máscara. Podría ser un asesino. Estira frente a si un cartel blanco de letras rojas que dice: “Colorado nem a morte vai nos separar”. Tomo la foto rápido y guardo la cámara en mi bolsillo. Caminamos juntos hasta el final de la cuadra.

- A los partidos de Gremio también voy. A mi esas maricadas de fanatismos no me importan. Lo único que me interesa es la plata – dice con una voz juvenil por entre la mascara, antes de virar por una callejuela y perderse de vista. Acelero el paso cuidando la retaguardia hasta que llego al hotel.


A los cinco minutos llama Tatiana llorando. – Me haces demasiada falta - dice. Su desconsuelo atraviesa mi cuerpo. Me duermo con un hueco en el estómago. Al día siguiente publico la crónica número VI y escribo la del Campeón del mundo. Vuelve a llamar. – ¡Yo jamás te di luz verde! – grita por el teléfono. – ¿Sabes una cosa? leí tu crónica y me dieron ganas de vomitar con el cuento ese de la brasilera en el hostal de Buenos Aires. Eres un egoísta, un ególatra, ya te lo dije, yo no soy un personaje de tus crónicas. ¡Y tengo sentimientos! Sácame de ahí y sigue tú adelante con tu vida que yo sigo con la mía.

- ¿En serio?

- No.

- No puedo sacarte de las crónicas. Tú haces parte de mi viaje, mira que estoy aquí hablando contigo.

Cuelga con rabia. Me quedo viendo la pared del simple cuarto de hotel. Su frase se repite en mi cabeza: “Eres un egoísta un ególatra…”. Tengo hambre pero no salgo a comer. Me tiendo en la cama desinflado a esperar que la noche pase. Me despierto temprano pero no puedo levantarme. Lo hago cuando faltan 5 minutos para que cierren el desayuno. Vuelvo al cuarto, entro a Internet, chequeo mi coreo electrónico y encuentro un mensaje de un colombiano llamado Luis Evelio García que me escribe desde Florianópolis diciendo que leyó mi crónica del partido Gremio Vs Cúcuta, que hace parte de la gran colonia cucuteña en la isla y que le pareció inusitado que nombrara la barra del Turco, porque esa barra es de sus amigos que estuvieron en el estadio con la hinchada que llegó de Colombia a ver el partido. Termina diciendo que está interesado en hacer contacto conmigo cuando pase por allá.


Me baño, empaco la mochila, descanso un poco y a las 12:00 a.m. bajo al lobby en donde empiezo a leer la introducción de un libro llamado “Las grandes entrevistas de la historia”, que Cristian Valencia me dio en un taller de crónica en Luvina Libros en Bogotá, enterándome que Lewis Carroll nunca consintió en ser entrevistado ya que tenía un “legítimo horror” a ser devorado por el entrevistador. Leo la tarde entera esperando a que anochezca. A las 8:00 p.m. camino hasta la Terminal en la que al poco tiempo parto en un bus hacia Laguna. La noche pasa de largo en la oscura carretera BR - 101. Todo el mundo duerme en el bus menos yo. En mi cabeza resuena una frase que se repite como un eco: “Eres un egoísta un ególatra…un egoísta, un ególatra… un egoísta, un ególatra…”. Intento dormir sin lograrlo. A las 3:30 a.m. el bus llega a Laguna. Me bajo en la mitad de la noche, cuelgo la mochila en mi espalda y camino hacia un taxi que me lleva por entre una ciudad desolada a la puerta del albergue del “Hostel International”. Timbro por fuera de una reja que protege un antejardín pero nadie parece abrir. Vuelo a timbrar. Nadie parece abrir.

- Golpea desde adentro – dice el taxista. Escalo la reja y ya arriba caigo en cuenta de la altura. No tengo forma de dar vuelta. Me lanzo al vacío aterrizando con brusquedad en el piso. Un corrientazo atraviesa mi pierna de arriba abajo. ¡Miiiierdaaaa! Grito en mi interior. ¿Cómo es posible tanta estupidez?

- ¿Qué te pasó? Fue sólo un salto – dice el taxista desde afuera al ver mi cara.

- Nada, olvídalo.

Golpeo en la puerta hasta el cansancio. Nadie abre.

- Deben llegar por la mañana – dice pasándome la mochila con esfuerzo por encima de la reja. Se marcha. Me quedo sólo ante la presencia de la noche. Me siento en un escalón de cemento que da contra la puerta de entrada pero el dolor de la hernia me perturba. El agotamiento me lleva a desenrollar mi sleeping bag sobre el pasto y acostarme sobre él. Podría llegar cualquier malandro y huir con mis cosas, pienso al tiempo en que mis ojos se van cerrando solos. A las 6:30 a.m. me despierto contrariado por las picaduras de mosquitos y hormigas que caminan en mi cara. Ya es de día. Espero un poco pero es evidente que el maldito hostal cerró al terminar la temporada. No sé a que clase de idiota se le ocurre ir a un sitio sin antes averiguar nada al respecto, pienso, mientras levito mi mochila con esfuerzo por encima de la reja. Por fortuna hay un jardín de flores que la hace menos alta. Camino hacia un viejo hotel desabitado en el que me informan que una noche cuesta 70 reales. Cruzo la calle y tomo el primer bus que vuelve a la Terminal de buses. Compro un pasaje a Praia do Rosa y me siento a leer, descubriendo que Pulitzer le daba una gran importancia en su periódico a los detalles físicos de un entrevistado, ya que según él: “...es extremadamente importante ofrecer un relato llamativo y vívido del sujeto, así como de su entorno doméstico, esposa, sus hijos, mascota, etc”. Según él, estos detalles son los que crean una imagen del personaje ante el lector medio, por encima de sus pensamientos, declaraciones y objetivos.


Al poco tiempo una joven mujer se sienta a mi lado. La miro. Sonríe. Es morena, tiene la nariz recta y su piel parece brillar contra la luz que viene de la calle. Luce una ajustada camiseta naranja y una corta pantaloneta azul que deja ver sus delgadas piernas canela. Sus manos entrelazadas se esconden en medio de sus muslos.

- ¿Cómo te llamas?

-Elenise.

- Eres muy linda.

- Gracias – responde sonrojada. - ¿Vas para Tubarão?

- No, voy a Praia do Rosa -. Vuelvo a la lectura. Levanto los ojos. – ¿Cuántos años tienes?

- 17… voy a Tubarão a sacar mis cosas de la casa de mi esposo. Nos separamos hace unos días.

- ¿Tienes esposo a los 17?

- Sí, bueno, no duramos mucho. Sólo un año y medio. Pero ya es suficiente… preguntaba si ibas a Tubarão porque tal vez podrías ayudarme a sacar mis cosas de su casa.

- Voy a Praia do Rosa.

Al poco tiempo llega el bus y se va. Saco un papel y escribo lo que me dijo pensado en que sólo ando narrando lo que veo y escucho. Retomo la lectura justo en la parte en la que se cita la siguiente frase de Truman Capote: “A nadie le gusta descubrirse como es, ni le agrada ver exactamente lo que ha dicho o hecho por escrito. Yo mismo no me gusto cuando soy el modelo y no el pintor. Cuanto más precisas son las pinceladas, mayor es el resentimiento”.

A las 12:30 a.m. llega el bus y salgo vía Praía do Rosa. El paisaje colindante de praderas y montes verdes que el bus recorre por la carretera se dibuja hasta que el sueño me vence. Hacia las 3:00 p.m. llego al trébol de Araçatuba. La última vez que estuve ahí fue con Tatiana hace alrededor de un mes. A los 10 minutos pasa un bus que me deja en la entrada del pueblo. Las calles están desoladas y el paradisíaco balneario lleno de color y vida aparece ahora como un pueblo fantasma. Camino por una calle de arena cargando la mochila. Siento que el cielo abierto me cae encima aplastándome. - Eres un egoísta un ególatra… un egoísta, un ególatra… un egoísta, un ególatra… - oigo que me gritan las paredes.
Esta historia queda en continuará…, porque el mundo es mejor verlo con los propios ojos que por el Discovery Channel. (Las publicaciones se harán los martes aunque su periodicidad no puede garantizarse dada la naturaleza del viaje. Espere los jueves reportajes gráficos). Para ver más fotos del viaje diríjase a las páginas http://www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com/ y http://www.brasilendosruedas.blogspot.com/ Agradecemos a los siguientes colaboradores: Embajada brasilera en Colombia, Ibraco (Instituto cultural de Brasil en Colombia), Casa editorial El Tiempo, eltiempo.com, Avianca, Gimnasio Sports Gym y la revista Go “Guía del ocio”.


Tuesday, May 22, 2007







Parque estatal del Caracol - Crónica XXI

(Esta travesía no podría hacerse sin el patrocinio de Gótica Eventos y Hanna Estetics, Bogotá)

Favor hacer las donaciones para los niños con cáncer en la cuenta de ahorro exclusiva para Brasil en dos ruedas, número 0483124605-2 de Bancolombia a nombre de OPNICER (Organización de padres de niños con cáncer, Nit: 830091601-7). Con estas donaciones usted está ayudando a un niño enfermo de cáncer a tener una posibilidad de vivir.


Abro los ojos. No sé dónde estoy. Una luz que titila marca en el despertador las 7:35 a.m. La alarma suena. Odio ese sentimiento. El de abrir los ojos y no recordar en qué lugar puse la cabeza en la almohada. Sólo lo supera el de saber que tienes que alistarte a mil porque estabas tan dormido que ni siquiera el desagradable sonido de la alarma logro despertarte. Debo correr. El maldito ruido lleva sonando desde las 7:15 a.m. Me baño y visto rápido. Bajo a desayunar.

- Debes darte prisa. El bus pasa por la plaza a las 8:00 a.m. Es el único que hay por la mañana – me recuerda Hans cuando me ve.

Tomo un pan, lo abro con los dedos y le embuto un queso y un jamón adentro. Agarro un pocillo y me sirvo un tinto. Intento tomar pero está muy caliente. Lo dejo. Salgo del albergue. Mi reloj marca las 7:56 a.m. Acelero el paso. 7:57 a.m. Corro. Voy masticando el sándwich en mi boca. A la cuadra paro; camino rápido, 7:58 a.m. Vuelvo a correr. Llego a la plaza a las 7:59 a.m. Aún debo cruzarla, del otro costado veo el bus llegando. ¡Maldita sea! Corro, lo veo recoger a los trabajadores, está cerrando las puertas, el dolor de la hernia me mata, le hago señas, no me ve, corro, está acelerando, un trabajador me ve y le dice que pare. Frena. Me monto. Voy arrastrando la pierna. ¡Puta hernia de mierda! Le agradezco al empleado que me vio, bajo mi revolución, recupero el aliento, limpio mi rostro sudoroso y minutos después doy un nuevo bocado a mi sándwich.


El bus recorre una carretera sinuosa que da contra un acantilado. A los 25 minutos parquea frente al parque. Me bajo con los empleados. – Tienes que esperar a que el parque abra – me dice uno de ellos.

- ¿A qué horas es eso?

- A las nueve.

¡Mierda! Media hora. Tanto correr. Me siento en una banca desolada afuera del parque. Grandes montañas lo circundan. Hay un letrero que dice: Parque estadual do Caracol. Al poco tiempo llega una empleada que estaba en el bus y me hace caras de que entre. Lo agradezco. Camino hasta llegar a un mirador desde el que puedo ver el principal atractivo del parque. Una catarata de potente caudal que cae al vacío sobre una gran formación de roca amarilla, que tiene una particularidad especial: produce un arco levadizo de curvas casi perfectas que le da simetría. Ante los ojos de un observador desprevenido podría aparecer como un puente de fabricación humana. Las aguas descienden produciendo un continuo rugido. El día está perfecto. El sol se levanta brillante por el horizonte y aprovecho para tomar algunas fotos. La espesa selva sub-tropical rodea al paraje. Altos árboles de tronco firme se levantan sobre las montañas contiguas que forman un cañón.


Una vez el parque abre al público, subo por un ascensor a un mirador especial en el que veo la catarata desde un punto más alto. Leo algunos datos interesantes que indican que la región fue habitada por indios cangangues, recolectores de frutos y semillas, o que en 1863 llegó el primer colono llamado Guilherme Wasen proveniente de Alemania. La vegetación característica del parque es la mata de Araucaria y el pino bravo entre otras especies de árboles de clima templado. Hay una larga lista de mamíferos, aves, peces y reptiles entre los que se destacan un par de serpientes: la falsa coral y la verdadera.


Me acerco a una interminable escalera metálica de 927 escalones, lo equivalente a un edificio de 47 pisos que lleva a un mirador en la base del salto. Un gran aviso indica no intentarlo si no se está en una buena condición física. Lo pienso. Me aventuro. Llego exhausto. Unas abuelas que toman fotos con naturalidad revolotean por el mirador. Veo una pasarela destruida sobre el agua, arrastrada por la corriente en una inundación. Tomo algunas fotos mojándome con un rocío que alcanza a dispersarse por los 130 metros de caída. Subo de nuevo la interminable escalera y camino hasta las ruinas del molino, las corredeiras, unos rápidos por los que el agua se desliza sobre gradas naturales, y luego hacia el acueducto donde me encuentro a un brasilero de unos 30 años llamado Tiago, que conocí en el albergue el día anterior. Terminamos de ver el parque, mientras me cuenta que trabaja en Sao Paulo de guarda espaldas y que si bien es peligroso, pagan de maravilla.

- Estoy dispuesto a correr el riesgo. Este trabajo me permite vivir como yo quiero – dice.

Llegamos hasta el centro Loboguará en donde hay información precisa de la flora y fauna de la región, junto a diversos animales disecados entre los que se encuentra el propio lobo, a quien no le sirve honrar con su nombre al centro, ya que por desgracia se encuentra en vía de extinción.


A las 12:30 tomo un bus que me devuelve a Canela, saco mis maletas del albergue, camino a la Terminal y me embarco en otro hacia Porto Alegre. Voy viendo el bello panorama de altas montañas que el bus recorre cuando oigo a unas personas hablando en español con acento de Colombia. Son tres estudiantes de Bogotá que están de intercambio en la asociación cristiana de jóvenes YMCA. Me cuentan que ya han estado en Tramandaí, Porto Alegre y Canela y que vinieron a hacer trabajo social, como acompañamientos de grupo en los sectores más vulnerables del sur de Brasil, especialmente en campamentos de niños carentes.

- Es la primera vez que hay un intercambio de este tipo entre Colombia y Brasil – dice Paola Morantes, quien estudia finanzas. - Lo que más me ha impresionado de Brasil, es que la gente es muy cálida; hay mucha naturaleza y cuando sirven los platos hay mucha comida.

- Yo tuve una experiencia con una niños carentes y me di cuenta que en todos lados es igual. Lo que se tiene acá se tiene en Colombia y en todo el mundo: pobreza, problemas sociales, mucho trabajo por hacer – dice Evelyn Victoria quien estudia cocina. - Lo que yo sé, lo aplico acá y lo que me enseñaron acá lo aplicaré en Colombia.

- A mi me quedan muchas historias, como la de un hombre que se trasteó al campo y lleva 7 años viviendo ahí porque le gusta el contacto de la naturaleza y la tranquilidad. Tiene una niña de 2 años y dice que para su hija ese es el ambiente más sano que hay. Para mi carrera ha sido bueno. Me he relacionado con personas de alta y poca capacidad económica. He aprendido a tratar con mucha gente que es lo que voy a hacer en mi vida –dice Ricardo Rojas quien estudia comunicación.

Me cuentan que la YMCA financia los viáticos pero cada uno de ellos debió pagar el pasaje de avión. Les encanta lo que hacen, porque sienten que con ello están aportando un grano de arena para que el mundo sea un mejor lugar para todos.

Nos despedimos de abrazo en la Terminal de Porto Alegre.

- Esta noche me voy a ir a ver el partido del Cúcuta contra Gremio por la Copa Libertadores – les digo alejándome.

- Mucha suerte para ellos y para ti, en tu viaje – grita Paola.

Camino a una cabina de teléfono y llamo a Tania al celular.

- Ya estoy en Porto Alegre.

- ¿Estás listo para ver perder al equipo de tu país?

- No hables antes de tiempo; el pez muere por la boca.


Esta historia queda en continuará…, porque el mundo es mejor verlo con los propios ojos que por el Discovery Channel. (Las publicaciones se harán los martes aunque su periodicidad no puede garantizarse dada la naturaleza del viaje. Espere los jueves reportajes gráficos). Para ver más fotos del viaje diríjase a las páginas www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com y www.brasilendosruedas.blogspot.com Agradecemos a los siguientes colaboradores: Embajada brasilera en Colombia, Ibraco (Instituto cultural de Brasil en Colombia), Casa editorial El Tiempo, eltiempo.com, Avianca, Gimnasio Sports Gym y la revista Go “Guía del ocio”.



Tuesday, May 15, 2007


Gramado & Canela - Crónica XX


(Esta travesía no podría hacerse sin el patrocinio de Gótica Eventos y Hanna Estetics, Bogotá)

Favor hacer las donaciones para los niños con cáncer en la cuenta de ahorro exclusiva para Brasil en dos ruedas, número 0483124605-2 de Bancolombia a nombre de OPNICER (Organización de padres de niños con cáncer, Nit: 830091601-7). Con estas donaciones usted está ayudando a un niño enfermo de cáncer a tener una posibilidad de vivir.


El sonido impertinente del despertador se dispara. Abro los ojos y miro con vista nublada unos números que marcan las 11:15 a.m. En la ducha paso imágenes de la noche de campeones, recordando que al regreso, ya de día, unos hombres borrachos amedrentaron al conductor y al ayudante del bus. Los pasajeros callaron. Tania me susurro: - No mires.

Alisto la mochila con afán y corro a la Terminal de buses. Me alcanzo a montar en uno que va para Gramado y Canela. Al poco tiempo sale de la ciudad y remonta unas coloridas montañas que la carretera bordea con esfuerzo. La sierra de Rio Grande do Sul es fértil y tiene una vegetación espesa de selva sub-tropical.

Hacia las 3:00 p.m. el bus se aproxima a Gramado, una pequeña ciudad con arquitectura alpina. Vistosas casas de techo triangular se enfilan al lado de la carretera, semejantes a las de un pueblo suizo o alemán. Un gran hotel de color amarillo sobresale. Da contra un abismo desde el que se ve la cadena montañosa remontar el horizonte. El bus para en una pequeña Terminal pintoresca de madera, deja unos pasajeros y sigue su camino hacia Canela a donde llega 20 minutos después. Me bajo y camino hacia un hostal cercano en el que dejo mi mochila en un cuarto. Salgo a recorrer la pequeña ciudad que gira en torno a una calle principal. Una iglesia con arquitectura gótica se apodera de la visual. Camino hacia ella tomando algunas fotos. Tiene una gran puerta en arco, sobre la que se ven imágenes de un santo. Un gran reloj de números romanos marca la hora debajo de un campanario central incorporado a una torre que termina en punta, como un cohete.


Visito su interior y a la salida una joven me aborda con la excusa de que me invita a degustar una copa de vino y unos quesos y salamis de la zona que se ofrecen en una tienda contigua. Los pruebo y me hace cara de que le compre uno. Lo hago. Camino de vuelta por la calle hasta una plaza en la que hay un Irish Pub. Sigo derecho hasta La casa de piedra, una construcción clásica que sirve de centro cultural, en la que ruedan películas los jueves y sábados. En la plaza de banderas ondea con fuerza la del Brasil. Hay una construcción atravesada por un viejo vagón de madera enganchado a una pequeña locomotora de vapor. Camino por algunas otras cuadras viendo la arquitectura centro europea y vuelvo al hostal. Hans, un hombre rubio que atiende la recepción, me cuenta que no lejos de ahí, hay otro poblado llamado Petrópolis en el que sólo se habla alemán.

- Lo mismo ocurre en Blumenau, en el estado de Santa Catarina. Allá se celebra el Octoberfest como en Alemania – dice.

Sobre la pared de la recepción veo un anuncio de Rafting. Hace un par de llamadas y me indica que en la mañana pasan por mí. Me voy a dormir viendo un poco de televisión brasilera. Al día siguiente me recogen y luego de 45 minutos en los que la camioneta recorre una carretera empinada que bordea unos riscos, llegamos al río Paranhana. No sé qué hago ahí. No debería hacerlo. En un arrebatado impulso lo decidí. Tal vez es esa necesidad por el movimiento que se rehúsa a morir en mí. Cuatro enfermeras de Belo horizonte me acompañan, pero sólo una se monta en la balsa. Las otras dos no saben nadar. El instructor, un brasilero de unos 25 años, nos dice que para salir del punto de partida debemos remar con fuerza para vencer unos rápidos. Lo intentamos sin lograrlo.

- ¡Duro! ¡Duro! ¡Más fuerte!

Arqueo mi cuerpo sintiendo mi hernia y remo. No lo logramos. Lo intentamos una tercera y una cuarta vez, pero no es sino hasta la quinta que logramos sobrepasar el obstáculo que forma la corriente. El bote navega por rápidos tipo 3 y 4 durante unos 40 minutos. El recorrido termina en una parte calma en la que hay una piedra que escalamos para saltar 3 metros al vacío dentro del agua. Vuelvo al hostal.

- Hablas bien portugués – me dice Patricia, una joven de pelo quemado y cachetes rojos que atiende la recepción.

- Aún no sé conjugar bien los verbos.

- Ni siquiera los brasileros los conjugan bien. Oye, hoy hay una buena fiesta en un bar; podría ser interesante para tus crónicas. Conocerías un aspecto de la cultura gaúcha desde adentro.

- ¿Hoy lunes?

- Sí, ¿por qué? Esto es Brasil.

Por la tarde tomo un bus y me bajo en el museo del vapor, en cuya fachada está reconstruido de forma impactante, un famoso accidente ferroviario ocurrido en 1895 en la estación de Montparnasse de París, donde una locomotora sin gobierno atravesó la pared y fue a caer a la calle desde un segundo piso. Lo visito recordando cómo funciona la máquina de vapor en réplicas perfectas de un barco, una fábrica de papel, un tractor agrícola y hasta un reloj de vapor. Tomo otro bus que me lleva hasta Gramado. Camino el centro viendo tiendas elegantes y chocolaterías que ofrecen todo tipo de bombones. Personas elegantes y bien vestidas se ven por ahí. Tomo algunas fotos de una pequeña iglesia sobre una loma, camino por algunos barrios y me devuelvo a Canela. Ya es de noche.


- Patricia te dejó una razón, dice que te espera en el bar – me dice Hans.

- La verdad estoy un poco cansado; aparte tengo que trabajar.

Me siento un rato con él afuera en la calle. Llega un amigo suyo llamado Jürgen de unos cuarenta años. Hablamos del calentamiento global y sus consecuencias.

- Antes nevaba en invierno, por eso los techos son triangulares. Pero el año pasado ya no nevó. Todo ha cambiado, en todo sentido. Hace poco robaron un banco, es la primera vez que pasa algo así. La gente no cerraba las puertas de sus casas pero ahora tienen miedo.


Me voy al cuarto a escribir un poco hasta que Hans golpea en la puerta: - Patricia llamó. Dice que te está esperando con unas amigas. Insiste en que tienes que ir.

- Ok. Dile que ya voy -. Me indica cómo llegar. Camino hasta allá y me encuentro que el bar queda en el local atravesado por un vagón. Entro y voy hasta el fondo del pintoresco lugar abarrotado, al lado de una tarima en la que un grupo canta una canción de rock en inglés.

- Por fin llegas. Él es el colombiano - le dice a sus amigas.

Me siento al lado de una mujer llamada Melissa que tiene el tatuaje de una tarántula en su brazo. Su nariz es recta, sus ojos son claros y su pelo largo cae cubriéndole los hombros.

- Lo único que se de Colombia es que es un país de narcotraficantes – me dice.

- ¿Cómo puedes decir eso si no sabes nada del país?

- Porque eso es lo único que se – me mira esperando una respuesta.

- No maltrates a mi amigo, él te podría decir que nosotros tenemos a Fernandinho, o que es una vergüenza que en Brasil el año sólo comience después del carnaval – le dice Patricia.

- Uno no debe hablar de algo si no lo conoce. Yo podría decir que tu tatuaje es amenazante.

- Olvídalo, me lo hice cuando tenía 17.

El grupo de rock termina de tocar y abren un karaoke en el que diferentes personas cantan, incluida la hermana de Patricia cuyo novio, un hombre moreno lleno de piercings, con un arete que forma un hueco en el lóbulo de su oreja, la mira con ojos de deseo. Hay mujeres lindas por doquier, en su mayoría altas, flacas y de pelo claro, disfrutando de un ambiente agradable. Todos parecen estarla pasando bien. Me presentan a otra mujer que es peluquera con quien bailo un par de canciones de música gaúcha. A las 3:00 a.m. se acaba la fiesta y caminamos Melissa, Patricia, su hermana, el novio y yo, hasta una gasolinera en la que hay un Hungry Tiger. Nos comemos un perro en la calle cuando una mujer parquea al lado en un carro.

- Llegó la perra ésta – dice la hermana de Patricia.

- Todo el mundo se la ha comido – agrega Melissa mirándome. No digo nada. La mujer se queda ahí un momento y luego se va en su carro sin bajarse. Después de unos minutos me despido.

- ¿Ya te vas? – pregunta Melissa.

- Es tarde y mañana tengo que ir temprano al Parque del Caracol, por la tarde vuelvo a Porto Alegre a ver el partido del Gremio contra el Cúcuta por la Copa Libertadores.

- Quédate un poco más. Yo te llevo al hostal en mi carro -. La acompaño a dejar a Patricia y a la hermana. Luego me lleva.

- Muchas gracias.

- ¿Ya te bajas?

- Es tarde ¿no?

- Bueno, supongo que tendré que cambiar mi concepto de Colombia.

- Yo creería.
Esta historia queda en continuará…, porque el mundo es mejor verlo con los propios ojos que por el Discovery Channel. (Las publicaciones se harán los martes aunque su periodicidad no puede garantizarse dada la naturaleza del viaje. Espere los jueves reportajes gráficos). Para ver más fotos del viaje diríjase a las páginas http://www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com/ y http://www.brasilendosruedas.blogspot.com/ Agradecemos a los siguientes colaboradores: Embajada brasilera en Colombia, Ibraco (Instituto cultural de Brasil en Colombia), Casa editorial El Tiempo, eltiempo.com, Avianca, Gimnasio Sports Gym y la revista Go “Guía del ocio".