Thursday, October 25, 2007

Brasil en dos Ruedas cambia de nombre


Debido al fracaso del proyecto de Brasil en dos Ruedas, que pretendía recaudar fondos para los niños con cáncer, este blog pasará a llamarse Brasil al Desnudo y será un cuaderno de viaje, en donde el cronista narra los acontecimientos que se desarrollan durante su travesía.

Varias son las razones que llevaron al fracaso de Brasil en dos ruedas. La primera de todas, es que durante el exigente entrenamiento que realicé en Bogotá, antes de viajar al Brasil, una vieja lesión de una hernia lumbar L5 S1, se reactivó impidiéndome hacer la travesía en bicicleta. Supongo que la gran expectativa generada en ese sentido desvalorizó el esfuerzo posterior, en el que me propuse llevar a cabo la travesía como fuera, así tuviera que ser en bus y con la espalda lesionada.

A partir de ahí una serie de acontecimientos sellaron su muerte. Los patrocinadores jamás dieron un peso y la Fundación Opnicer, para quien iban los fondos, jamás se interesó en realidad por sacar adelante el empeño de intentar recaudar fondos para los niños con cáncer. Jorge Abisambra, su director, me escribió un escueto mensaje en el que indicaba que en la cuenta abierta para el recaudo (la cual conseguí que se abriera luego de siete meses de insistencia), no se había consignado un solo peso.

Las fallas principales del proyecto pueden establecerse en los siguientes puntos:

1. Falto coordinación, planeamiento y equipo de trabajo. Las dos primeras son resultado de la última. Con un equipo de trabajo adecuado, la coordinación y el planeamiento hubieran sido eficientes.

2. Nunca hubo un patrocinador real. De haberlo habido, éste se hubiera encargado de hacer la publicidad adecuada.

3. La decisión de llevar a cabo la travesía en bus, terminó causando una decepción en una parte del público. Pensé de forma equivocada, que podría controlar la hernia como lo había hecho unos años antes. Claro, no enfrentando una travesía de 8.000 kilómetros en bicicleta. Supongo que eso es resultado del determinismo que llevo dentro, el cual, en éste caso, jugó en contra del proyecto. Varias fueron las voces que me indicaron que me operara antes de iniciar el recorrido, pero la recuperación duraba 3 meses y el tiempo que tenía destinado para la travesía estaba corriendo.

4. Si la organización a quien va dirigido el empeño por recolectar los fondos muestra desinterés, ¿quién diablos puede estar interesado? Lamenté el hecho de no haber elegido a la Fundación Dharma, la otra organización de niños con cáncer que funciona en Bogotá, a quien contacté sobre la hora, una vez intuí la actitud de Opnicer.

A pasar de lo anterior, la experiencia deja resultados positivos. Si bien el proyecto no se desarrolló de acuerdo a lo planeado y tristemente la intención de ayudar a los niños con cáncer quedó reducida a eso, una simple intención, las crónicas han ido captando la atención de un público que ve rasgos característicos de la cultura Brasilera y su gente, al mismo tiempo en que se hace una idea del paisaje y la naturaleza mostrados a través de las descripciones de los textos y las fotos.

Cada fracaso invita a corregir los errores cometidos. Mejorar es un acto intelectual en el que una persona saca sus propias conclusiones en procura del éxito de proyectos futuros.

El final de Brasil en dos Ruedas le abre la puerta a Brasil al Desnudo, un cuaderno de viaje (algunos opinan que es lo que siempre ha sido) en el que se narra la travesía de un cronista por la costa brasilera, con todas las cargas y presiones psicológicas que implica el desarraigo y la soledad. Los invito a seguir las nuevas crónicas en www.eltiempo.com/participacion/escarabajomayor y en http://www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com/.


Eduardo Bechara Navratilova

Tuesday, October 16, 2007







El Capitán David (II) – Crónica XXXIII


Nota al lector: Esto no es ni una guía turística ni un manual de viajero.


Un grupo de surfistas espera una ola que se aproxima a punto de reventar. Tendidos boca abajo sobre sus tablas en dirección a la playa, se impulsan con los brazos en un rápido movimiento en el que adquieren el empuje necesario para ser arrastrados. Varios de ellos logran montarla, parándose como resortes sobre las deslizantes tablas que flotan sobre la cresta por algunos segundos de emoción intensa.

- Los surfistas son como el mar; por momentos tienen una personalidad tranquila y en otros embravecida – dice la esposa del Capitán David justo antes de que él entre.

Daniel me lo presenta, diciéndole que soy un cronista que quiere entrevistarlo. El Capitán me da la mano de forma cortés y me dice que lo espere un momento.

Afuera un mulato corpulento de gafas oscuras, camiseta amarilla de cuello verde y reloj plateado, descarga unas tablas de surf.

- Balaio fue el que correteó al violador hace un mes – me dice Daniel.

Subo la cámara, le apunto, él sube el pulgar de su gruesa mano y tomo la foto contra el fondo del mar. En la imagen queda atrapada su sonrisa de dientes separados, unas arrugas limpias en los bordes de su boca, el sudor de su frente y el resto de sus rasgos y gestos amigables.

- ¿Cómo supieron que el tipo era el violador? – le pregunto.

- La hija del dueño del restaurante ‘Tucano’ lo reconoció. ¿Estás segura? le pregunté y ella me dijo que sí. Claro que ya lo soltaron por falta de pruebas. Nunca se supo bien si era un violador o sólo un molestador… Ya no anda por acá.

- Aquí hemos tenido de todo – dice la esposa del capitán. Hace un tiempo vino un hombre en un Mercedes Benz convertible, comía en los restaurantes más costosos, gastaba mucho dinero y andaba con mujeres de un lado para otro. Un día nos lo encontramos de frente en nuestro carro y le vi los ojos de malo. Después lo apresó la policía y se supo que era un fugitivo escapado de la cárcel de Porto Alegre. Estaba condenado por varios asesinatos y robos a bancos. Se sospecha que participó en un asalto a un carro blindado que venía a repartir dinero desde Florianópolis a todo el sur del estado. Un amigo nuestro lo vio y pensó que estaban filmando una película de Holywood porque le cerraron el paso, volcaron el camión, lo abrieron con un lanzamisiles y escaparon en helicóptero.


Balaio ordena las tablas en un mueble de madera y se despide apretando mi mano con fuerza.

- ¿Hay leyendas en esta zona?

- Existe la de la laguna do Rosa: En días de luna, sale un pescado muy grande para mirar el resplandor de la luz. Le dicen Kokumura y en realidad sí existe. Es un pez llamado Caranha. David un día estaba dándole clases a un niño de 11 años y el niño dijo haber visto un pescado muy grande. Unos meses después, mientras les daba instrucción a otras personas, vieron las aletas anaranjadas de un pescado de un metro de largo pasar junto a ellos. Hasta ahí llegó la clase. La laguna tiene una profundidad de más de 20 metros y se dice que es una prolongación del mar que se abre y se cierra dependiendo de la época del año.

El Capitán David se cambia detrás del biombo que da contra la pared, al tiempo en que entra una pareja de uruguayos que se vinieron a vivir a Praia do Rosa para surfear. Me cuentan que filman los videos de la escuela y después se los venden a los alumnos. El hombre de unos 50 años aún conserva un cuerpo atlético, al igual que su mujer, una señora delgada y bronceada de nariz recta y ojos claros, que debe estar en la mitad de los cuarentas. Lleva puesto el top de un bikini y unos cortos jeans recortados que dejan ver la extensión de sus largas y bien delineadas piernas.

Se van y el perro gris de cachetes caídos que ha estado merodeando, pone su hocico húmedo entre mis manos. Sus babas mojan el cuaderno en el que escribo.

- Le pusieron Bruno. Sabías que todos los perros de la calle vienen a comer y a dormir en esta escuela. Es como un orfanato de perros abandonados. Nadie sabe de dónde salió éste. Es de raza; seguramente se le perdió a un turista – dice Daniel.

El Capitán David se acerca. Es un hombre moreno de baja estatura, ojos azules, nariz redonda, barba incipiente y fuertes entradas en su frente. Lleva puesto un nuevo ‘wetsuit’ de color negro y visos blancos con la marca de Mormaii.

- Ayer, algunos alumnos estaban felices por las olas que había. Hoy las olas eran buenas pero diferentes; exigían que se siguiera una línea determinada. Se necesita a veces la suerte de encajar. Muchas veces lo que falta es la adaptación. El mejor surfista es el que se adapta con mayor facilidad. Esto mismo se aplica a la vida. Algunas olas necesitan una adaptación diferente a otras. Eso es saber surfear. No es solamente pararse encima de la tabla. Es tener determinación, empeño y persistencia para superarse a si mismo. Yo estoy aprendiendo a dar clases de surf con cada persona. Jatir fue para Europa y sintió que había evolucionado bastante, luego volvió y se echó para atrás. Incluso llegó a decir que uno de los mejores del mundo no es tan bueno. Yo le dije: No era tan bueno ayer, hoy sí. Todos los surfistas viven esa decepción de pasar de un día perfecto a uno no tan bueno. Lo que queda es que de ayer para hoy hay más experiencia y mañana podrán ser mejores. - Esto es lo peor o lo mejor del surf; es como la vida. ¿Sabes cuando vamos a ser perfectos? Tú como escritor lo debes tener claro: Nunca.


- La cultura del surf la hacen los que la practican. Hay una ropa, una música, una moda, una alimentación de surfista. El surfista acaba siendo una persona distinta, viviendo en un mundo aparte. También puede ser vista como una religión en la que Dios es la naturaleza y las olas serían los brazos de Dios. Las olas son producidas por las tormentas en altamar que viajan hasta las distintas playas que las reciben. Hoy en día con Internet es posible saber para dónde va el ‘swell’ que en inglés quiere decir hincharse o expandirse - dice mientras que su mujer se acerca y nos da un sándwich de jamón y queso recién salido de una sandwichera.


- La playa a la que va el ´swell´ se convierte en un templo. Se habla de que tal templo va a recibir la energía de altamar o los brazos de Dios. Cuando el surfista llega ante el mar se arrodilla, se inclina y surfea las olas. Luego sale del templo, va para la santa cena y comenta cómo fue su experiencia, quedando a la espera del próximo ´swell´ en el que pueda flotar de nuevo en los brazos de Dios. Eso es surfear, tomar esa energía de la naturaleza y alimentarse de ella. No es sólo pararse en la tabla; cualquier persona puede hacer eso.

- ¿Qué relación tiene el surf con el consumo de drogas?

- Cada vez que te paras en una ola sientes una dosis de adrenalina pura. Esa adrenalina te genera placer. Los seres humanos siempre quieren volver a sentir sensaciones agradables, y en ese sentido el surf puede ser visto como una droga que te envicia. Pero esa adrenalina no se puede mezclar; por eso es falso asociar al deporte con el consumo de la mariguana o de otras drogas. Afuera del mar no se camina en los brazos de Dios, adentro sí. Después del surf las personas pasan a ser seres humanos normales. Los surfistas australianos toman cerveza, los brasileros cachaça, los norteamericanos whisky. El surf no tiene nada que ver con sustancias adicionales que lo estimulen, sólo se necesita de las olas, la tabla y la voluntad. Las personas son individuos independientes y deciden lo que quieren para si. No hay por qué estigmatizar a nadie. No a todos los jugadores de la selección brasilera les gusta la samba ni a los de la argentina el tango.

A lo lejos el grupo de surfistas continúa montando olas. Caminan en los brazos de Dios durante algunos segundos de adrenalina pura.

- ¿Vas a surfear? Te vez atlético.

- No puedo, tengo una hernia que no me deja.


Esta historia queda en continuará…, porque el mundo es mejor verlo con los propios ojos que por el Discovery Channel. (Las publicaciones se harán los martes aunque su periodicidad no puede garantizarse dada la naturaleza del viaje. Espere los jueves reportajes gráficos). Para ver más fotos del viaje diríjase a las páginas http://www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com/ y http://www.brasilendosruedas.blogspot.com/ Agradecemos a los siguientes colaboradores: Embajada brasilera en Colombia, Ibraco (Instituto cultural de Brasil en Colombia), Casa editorial El Tiempo, eltiempo.com, Avianca, Jugos Blast, Gimnasio Sports Gym y la revista Go “Guía del ocio”.


Tuesday, October 02, 2007





El Capitán David (I) - Crónica XXXII - Por: Eduardo Bechara Navratilova


Nota al lector: Esto no es ni una guía turística ni un manual de viajero.



Restriego unos calzoncillos que han aguantado varias posturas. Apestan. Huelen a sudor reconcentrado mezclado con amoniaco y cebo. Todo junto produce un olor a queso rancio. Trabajo los bordes percudidos presionando el jabón contra ellos una y otra vez pero el tono café amarillento de la mugre no suelta. Supongo que un jabón de cuerpo no es igual a uno de ropa, pero no tengo otra alternativa a la de seguir restregando. El mercado es lejos y salir a comprar uno me tomaría medio día.

Afuera la mañana es radiante. Los rayos entran en la cabaña por la puerta trasera que también deja entrar un aroma a flores y vegetación espesa. Varias horas se me han ido restregando calzoncillos, camisetas y jeans sobre el lavaplatos de la cocina. Deberías dejar así y lavar en Florianópolis. Ya voy a acabar, prefiero salir de esto. Se te está pasando el día. Sí, pero prefiero no perder el impulso.

Exprimo la ropa y la cuelgo en el patio donde le dan los rayos del sol. Me preparo un sándwich de jamón y queso que me como en compañía de un yogurt, escuchando un ruido que viene de afuera.

Shuuuuuuinn, shuuuuuuinn, shuuuuuuinn. Por momentos para y luego se inicia de nuevo sin mucha mecánica. Salgo y me encuentro a Daniel barriendo hojas y semillas con un rastrillo de puntas plásticas que raspa los adoquines.

- Che, pensé que podías estar dormido pero ya son las 11:30 del día.

- No te preocupes, estaba lavando mi ropa. Me voy mañana.

- ¿Ya? Pensé que te ibas a quedar más tiempo, me dijiste que debías escribir.

- Sí, pero tengo que seguir adelante, la costa brasilera es muy larga y no quiero estar apurado al final. Podrías ponerme en contacto con el instructor de ´surf´ del que me hablaste el otro día; me encantaría entrevistarlo.

- Claro, bajemos a la playa – dice mientras recoge un diminuto fruto amarillo de los que ha estado barriendo y me lo pasa – pruébalo. El suelo está invadido de esas bolitas hinchadas.

- ¿Cómo se llaman?

- No me acuerdo.

La meto en mi boca y la reviento. Sabe dulce y es muy suave. Me llena la mano de ellas y las voy estallando con los dientes a medida en que bajamos a la playa bordeando la ´Fazenda verde´ y el esplendoroso paisaje, pensando que puede ser la última vez que lo vea en mi vida.

- El capitán David debe estar en clase pero puedes hablar antes con su esposa y sus sobrinos; los dos son campeones de ´surf´.

Bajamos hasta la pizzería de la ´Fazenda´ y atravesamos un entablado de madera que bordea la playa y lleva hasta un local de puertas de madera y vidrio, en el que se observan innumerables tablas de ´surf´ de diferentes colores dispuestas hacia un costado. En el fondo, colgados de acuerdo a su tamaño, hay varios ´wetsuits´ listos para ser usados. Daniel me presenta con los dos sobrinos diciéndoles que soy un cronista de Colombia que quiere entrevistarlos, y luego con la esposa del Capitán David, quien despacha unos clientes sentada detrás de un viejo escritorio de madera. Una estufa eléctrica de dos fogones, una cafetera y un tablero en el que hay unas explicaciones de cómo enfrentar una ola, terminan de decorar al recinto rodeado de sillas blancas de plástico, en las que también están sentados un niño de trece años, quien es el hijo del Capitán David, y una joven de unos dieciocho que es la sobrina.

- Bienvenido a Praia do Rosa, el Capitán David está dictando un aula pero ahora viene. Habla primero con los chicos – me dice la simpática señora de cara redonda y cuerpo rollizo, quien luce una descolorida camiseta anaranjada, un pantalón caqui de hilo y un apretado reloj Seiko en su muñeca.

Salgo del local con José Luís Suárez, un joven de dieciséis años, quien es campeón júnior brasilero de ´longboard´. Un perro gris de hocico ancho, cachetes caídos y abundantes arrugas en el pecho, nos acompaña hasta el borde del entablado en donde se aprecia la playa en su totalidad. El cielo se ha ido cubriendo de nubarrones que vienen empujados del sur. Le tomo unas fotos con su larga tabla de color rojo claro que pone frente de si. Luce una camiseta negra y unas bermudas de rayas. Me siento a su lado apreciando el audífono de un Ipod que cuelga de su oído. Su piel es clara, su pelo castaño y sus ojos cafés. Tiene una mirada franca. El ruido de las olas se escucha mientras me cuenta que es nativo de Praia do Rosa y que vive con su tía y su tío porque sus padres murieron en un accidente.

- El ´surf´ es un estilo de vida - dice -. ´Surfeo´ con ´long board´ hace 4 años y con tabla corta hace 12, desde que tenía 3. Quedé campeón brasilero el año pasado en Santos, Río de Janeiro, Bahía, aquí en Praia do rosa y en el balneario Camboriú. Yo necesito del ´surf´ para sobrevivir. Con él hago dinero ganando competencias y dando clases mientras practico el deporte que amo. Pienso hacer la facultad de música en España, aunque el ´surf´ no lo voy a dejar nunca. Sólo estudio por si algún día me lastimo y tengo que vivir de la música. La pasión por el ´surf´ me la inculcaron mi papá y mi tío. Cuando termine el colegio quiero ir a ‘surfear’ a Europa, Australia y California. Mi expectativa de vida es ser campeón mundial.

José Luís se va escoltado por el perro que camina de forma cancina tras él y su hermano Jatyr Bersaluce llega. También luce una camiseta negra, pero sus bermudas son blancas con flores rojas. Su nariz de punta prominente y sus ojos hundidos son iguales a los de su hermano. Levanta su dedo pulgar hacia arriba y tomo la foto.


- Competí en el circuito europeo para menores de 21 años y quedé segundo. En Brasil fui campeón sur brasilero el año pasado en Torres. El ´surf´ es mi vida, mantiene mi forma física, me hace feliz y me da la comida. Aparte, el contacto con la naturaleza es la sensación más pura que un ser humano pueda tener. Por eso me encanta ´surfear´ en Rosa, por el verde de las montañas y las buenas olas. Mis hijos también serán ´surfistas´. Todos menos mi mujer. Ella se quedará en la playa tomando el sol. Yo estoy muy feliz con la vida que llevo ´surfeando´ por todo el mundo. El año pasado lo hice en Francia, España y Portugal, y este año voy a Sur África, México y Hawai.

El cielo se termina de cubrir de nubarrones y el viento empieza a mover las ramas de los árboles. Entramos al local donde la esposa del Capitán David me ofrece un café y me sienta a su lado.

- Hace trece años tenemos la academia. Fue un sueño que el Capitán tuvo y que ahora está viviendo. Lo más lindo es que está haciendo que otras personas también vivan el sueño de ´surfear´. A veces vienen unos que piensan que no pueden hacerlo y cuando se dan cuenta de que sí, les cambia la vida. Hay otros que vienen pensando que todo lo pueden y el mar los revuelca.

Se inclina hacia atrás recostada contra el espaldar de la silla de madera, entrelaza los dedos de una mano con los de la otra y continúa: - En invierno las olas llegan hasta los 3 metros. Revientan y luego se extienden sobre la playa cubriéndola por completo. El agua llega hasta los médanos debajo de los barrancos. Uno no puede pasar de ahí porque el mar es muy fuerte y peligroso - Abre los ojos y dice: - Hemos visto que es una tendencia creciente: cada año el mar llega más arriba; mi papá solía decir: “Todo lo que el hombre ocupó del mar, el mar lo viene a recuperar un día”.

Dejo que hable sin dirigirle el tema, copiando en un cuaderno lo que dice: - La playa está cerrada para los ´surfistas´ y bañistas desde el 1 de mayo hasta el 30 de junio debido a la pesca de la tainha. En español creo que se llama lisa. Es una tradición de hace más de 100 años. Hace 20 los pescadores sacaban 14 toneladas y hoy no sacan ni una y media. La manera de pescarlo es cercando al cardumen con una red anclada a la punta de la playa, que un bote va soltando en un gran círculo que termina en otro punto de la playa. Luego los pescadores empiezan a tirar de la red y eso arrastra a los peces a la orilla. El problema es que en esa época la tainha se acerca a desovar, cada una de ellas tiene como 200 mil huevos por dentro y antes de que desove la pescan. La que tiene los huevos es la que más cuesta. Por eso ahora ya no hay casi peces.

Pierde su mirada en la línea que demarca la división entre el cielo y el mar, suspira y vuelve a mí. - Aquí todo ha cambiado, antes el pescador vivía de la pesca, ahora vive del turismo alquilando su casa en el verano. La pesca no pasa de ser un simple ritual. Ellos toman cachaza y pescan con los amigos. Es una tradición de muchos años. Lo hacen para escaparse de la casa un rato; yo los conozco. El ´surf´ vino después.

José Luís se cambia detrás de un vestidor y sale con su ´wetsuit´ puesto. Toma una barra de cera entre las manos que pasa por encima de la superficie de su tabla. En ese momento vuelve Daniel y se sienta con nosotros.

- ¿Y la ballena franca?

- La ballena franca se ha protegido desde 1973 y su populación ha aumentado mucho. Antes era la segunda especie de cetáceos más amenazada del mundo. El año pasado se avistaron 364 en toda la costa. Yo misma vi unas 6 o 7 sólo aquí en Praia do Rosa.

- Yo estaba ´surfando´ y apareció una a mi lado. Era muy grande. Hay unas que alcanzan los 18 metros de largo – dice Daniel.

José Luís se despide de nosotros y sale con su tabla caminando hacia el mar. El hijo de 13 años del Capitán David pasa la barra de cera sobre la tabla y también sale a practicar. Luego lo hace la joven sobrina y por último Jatir quien se despide chocando su puño contra el mío.


- Eso abrió una nueva temporada de turismo - continua - mucho europeo viene a observar las ballenas. Antes, cuando las cazaban, las mataban a palazos. En Garopaba hay fotos en las que incluso sale un cura con un mazo. Que tristeza. Sólo usaban su grasa para iluminar las lámparas de aceite. No lo creerías pero la luz acá en Rosa vino hace menos de 15 años.

- Yo vi algunas de esas fotos en la iglesia de Garopaba ayer.

- También está lleno de delfines. A veces vas ´surfando´ y te pasan al lado – comenta Daniel.

- A Pedro, nuestro hijo, un par de delfines le juguetearon un día, escondiéndose del sol en la sombra que produce la tabla de ´surf´.

- ¿Tiburones?

- Tiburones no hemos visto por suerte, porque esta es una zona costera que no se ha alterado. No hay puertos grandes. Afortunadamente estamos en equilibrio con el medio ambiente. En Fortaleza la costa ha sido alterada y por eso hay más ataques de tiburones que en Sur África.

- ¿Qué opinas de la idea que tienen de pavimentar las vías?

- Quién va a llegar a Rosa es el que en serio quiere venir acá. Es increíble, todo el mundo quiere ir al encuentro de la naturaleza pero nadie quiere ir caminando. Que vengan quienes quieran encontrar la esencia de las cosas sencillas. Lo lindo de aquí es la sencillez, no tener que arreglarse para salir a la calle y esas cosas.


Esta historia queda en continuará…, porque el mundo es mejor verlo con los propios ojos que por el Discovery Channel. (Las publicaciones se harán los martes aunque su periodicidad no puede garantizarse dada la naturaleza del viaje. Espere los jueves reportajes gráficos). Para ver más fotos del viaje diríjase a las páginas www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com y www.brasilendosruedas.blogspot.com Agradecemos a los siguientes colaboradores: Embajada brasilera en Colombia, Ibraco (Instituto cultural de Brasil en Colombia), Casa editorial El Tiempo, eltiempo.com, Avianca, Jugos Blast, Gimnasio Sports Gym y la revista Go “Guía del ocio”.




Tuesday, September 25, 2007

Garopaba - Crónica XXXI - Por: Eduardo Bechara Navratilova


Nota al lector: Esto no es ni una guía turística ni un manual de viajero.



Odio levantarme con esta sensación de vació en el estomago; te hace sentir fuera de lugar y fuera de tiempo. La vida entera se te cruza por enfrente como una película acelerada que te recuerda quién eres, de dónde vienes y qué has hecho. Las paredes del cuarto parecen aprisionarte y el sentimiento de constricción termina haciéndote huir.

¡Diablos! Necesito que las cosas se muevan, que los acontecimientos se desarrollen. Parezco sumido en una especie de hoyo temporal que me atrapa con sus tentáculos y no me deja seguir adelante. Es como si el tiempo se detuviera pero aún así sigues envejeciendo y el mundo afuera continúa latiendo en su ritmo habitual.

Me levanto y voy directo a la ducha. No quiero más de esto, me baño y me arreglo. Cuando las cosas no andan bien, los momentos más felices de tu vida se te cruzan por enfrente: El rostro de tu papás cuando eras chico, el día en que quedaste campeón de fútbol en tu último año de colegio, la primera vez que te acostaste con una mujer que te encantaba, te lanzaste de un avión con paracaídas, Tatiana y yo en una playa del Tayrona, imágenes repetidas de una vida anterior en compañía de tus amigos y de otra gente que probablemente jamás volverás a ver.


Salgo y camino hasta la calle principal en donde pasan buses que van hasta Garopaba. El próximo llega a las 11:43 a.m. Sacó el portátil de mi maleta y miro si recibe la señal del local en el que me conecté el día anterior. El calor es intenso y el sol cae tostando los adoquines. Entro a Internet viendo un mensaje de Luis Evelio Garcia en el que me indica que correrá el asado para cuando yo esté. Le digo que no lo haga, que acabo de tomar la decisión de moverme más rápido y que el sábado estaré allá. Entro a Gmail y me encuentro con Tatiana. Me pregunta cómo ando y le digo que no muy bien. Que estoy viviendo una montaña rusa que me revive todo lo malo que pasó y luego me lleva por nuestros mejores momentos. Mientras chateo intento montar la crónica en el blog del Tiempo, pero justo cuando ya lo tengo todo listo y pulso el icono final, me dice que hay un error. Maldigo. Vuelvo a intentarlo pero me bota el error de nuevo. Intento montarlo en mi propio blog con las fotos que elegí, pero por alguna razón no la publica. Maldigo tres veces. Tantiana escribe: “Estás así porque aún no has quemado los malos recuerdos”. No sé si los quiera quemar, pienso, pero no lo escribo. Los malos momentos hacen parte de la vida, no creo que deban quemarse así de fácil. ¿Por qué se lo estás poniendo tan difícil? No te das cuenta de que te está dando un consejo para tu propio bien, acaso ¿te gusta como estás? Claro que no, pero uno no puede borrar el pasado porque le hace daño, es parte de tu existencia, de la información que adquieres y sirve para desarrollar mecanismos de defensa. Si los borraras así como se borra un archivo de un computador no tendrías como ganar experiencia y todo lo que has vivido en tu vida se volvería vano.

No sé si los quiera quemar, le escribo // ¿Por qué me haces esto? // Yo no te estoy haciendo nada // esto me deja muy mal // que puedo hacer, estoy siendo sincero.


En ese momento parquea enfrente un hombre alto, flaco y narizón que se baja de un Volkwagen Passat destartalado. Es el tipo que intentó alquilarnos un cuarto en su posada hace un mes; a Tatiana no le gustó porque quedaba muy lejos de la playa. Me saluda. Deja algunas cosas en un local contiguo y camina de forma desgarbada hacia su carro.

- Oye, ¿estás esperando un bus? – me grita.

- Sí, voy a Garopaba.

- Yo voy para allá, si quieres te doy una ´carona´.

Le cuento a Tatiana. ¿Me vas a dejar aquí así? // Me toca, tengo que irme // no me dejes así // esta tarde me conecto de nuevo.

Cierro el computador lo meto en la maleta y entro al carro. El olor a humedad es brutal, el óxido se ha ido comiendo hasta los bordes de las ventanas.

- ¿Cómo te ha ido con la posada?

- Me da para sobrevivir.

- ¿Y el almacén?

- En realidad no da ganancia, pero tampoco pérdida. Hay que esperar un poco o si no lo cerramos. Lo bueno es que el dueño es amigo nuestro y el alquiler es barato. Mi esposa tiene algo que hacer ¿entiendes?


Dejamos atrás la carretera destapada y entramos a una asfaltada en la que es posible ver algunas casas de concreto a lado y lado, que parecen haber sido construidas por algún maestro de obra. Luego de un par de kilómetros es posible ver extendidos pastizales, uno después de otro, en los que se aprecian cientos de vacas rumiando, hasta que pasamos en frente de una fábrica de altas paredes blancas, en la que hay un enorme letrero en el que está escrito: Mormaii.

- Estos la tienen toda. Hacen tablas e implementos de surf que se venden en todo Brasil y afuera en el mundo. Hace años, no tanto, eran tan solo una empresa familiar que hacía tablas rústicas. Mira lo que tienen ahora.

Sus ojos vuelven a la carretera con resignación. Tiene una gran manzana de Adan que lucha el predominio con su nariz. Su rostro es huesudo así como lo son sus nudillos prominentes y largos dedos que agarran el desgastado timón.

Parquea en la calle principal de Garopaba, frente a una ferretería en la que hay algunas personas. – Hasta aquí llego – dice – debo comprar algunas cosas para seguir en el proceso de terminar la posada. Toma, te regalo este libro de crónicas que un amigo mío escribió.


Me despido y camino hacia la playa por donde termina la calle. Hay varios almacenes coloridos de diversas marcas que abren sus puertas a los pocos turistas que pasean las calles. Llego a la playa que se extiende bordeada por casas, hasta una punta que se ve del otro lado de la bahía. Un letrero rojo en letras blancas dice: “Cão na praia, não! É lei. Denuncie: 3354.0500. Multa de R$ 150.oo”.

Un tipo hace ´kitesurf’ en el mar, halado por una cometa de nylon elevada a unos 20 metros de altura, que lo lleva de un lado a otro saltando olas con su tabla, al punto de quedar suspendido por algunos segundos antes de volver a caer al agua. Bordeo la arena viendo unas montañas lejanas que cierran la bahía de cara al océano. Un yate y algunos barcos pesqueros de bajo calado anclan frente a unas casas de tejas de barro que parecen robarle espacio al mar. Balsas coloridas de pescadores con diversos nombres: “Champagne”, “Cassimile”, “Anjo Guerreiro” yacen en la arena esperando su nuevo turno de aventurarse sobre las olas. Una garza solitaria busca conchas cerca a la salida de un dique. Camino la playa hasta llegar al punto donde las casas me desvían y tomo la calle llegando hasta la ensenada de las canoas en la que una pequeña iglesia blanca se levanta sobre una loma. Del otro lado unos pescadores desenredan una atarraya mientras otro empuja una balsa playa arriba. Escalo los peldaños hasta la iglesia cuyo interior es pequeño. Tiene algunas decoraciones religiosas en madera pero es muy sencilla. Del otro lado, pasando por una estrecha puerta hay un pequeño cuarto a modo de museo, donde se exhiben algunos recortes de periódicos en la pared. Me acerco y veo una vieja foto en blanco y negro de una ballena arponeada en la playa, otras en las que aparecen miles y miles de pescados plateados atrapados en redes gigantescas, algunos hombres sacando pecho al lado de un tiburón blanco que cuelga del mástil de un barco pesquero, y una de algunas otras personas influyentes que lucen traje y sombrero, sonriendo sobre el fondo de un grupo de ballenas arponeadas, cuya sangre tiñe el alrededor. Salgo y camino por una calle de casas lujosas, subiendo por una pendiente que me deja ver la totalidad de la playa extendida sobre la población. Al fondo el ´kitesurfer´ se aprecia como una mancha que el color verde fosforescente de su cometa resalta. Pinos y otros árboles bordean la calle adoquinada que conduce a ´Praia da Vigia´ que se ve a lo lejos rodeada de grandes y elegantes casas que se asoman sobre la ladera. Camino hasta allá, topándome con un carro de policía que se viene contra mí con la intensión de arroyarme. Algunos bañistas de clase alta disfrutan del día tendidos en la playa sin ninguna otra preocupación. Parejas en su mayoría, algunas mujeres y una sola familia, cuya pequeña hija salta de un lado para otro, habitan el estrecho reducto exclusivo. Me siento en la arena y tomo algunas fotos. Sobre una loma cercana se aprecia una mansión vistosa de color ocre amarillo y café que acapara las miradas. Del otro lado, una gran casa de color blanco y diseño innovador, se erige como reina.


Camino de vuelta hasta el centro de Garopaba bajo los intensos rayos del sol, llegando hasta una plaza en donde pasa el bus a ´Praia do Rosa´. Lo espero durante 45 minutos leyendo el libro de crónicas que me regalaron, hasta que llega y me monto al lado de un hombre con un gallo entre una caja. Puedo ver su cresta roja moverse de un lado a otro por el borde de los pliegos de cartón. El bus da una vuelta antes de salir a la carretera, recorrer algunos kilómetros y entrar en cada poblado a recoger y dejar pasajeros.

Al cabo de una hora llego a ´Praia do Rosa´, me bajo y camino hacia el local en donde saludo a Flavia y me conecto a Internet de nuevo.

“No sientas esas cosas” me escribe Tatiana // estoy intentando no hacerlo // Quémalas, es en serio, no tienes por qué quedarte con lo peor de mi.


La noche se adentra mientras escribo algunos mensajes a otras personas. Luis Evelio me responde diciendo que el asado queda para el sábado y me pide que le envíe la hora en la que llego para irme a buscar en la Terminal. Continúo chateando con Tatiana al tiempo en que un nudo grande crece en mi garganta. Deberías estar escribiendo; andas muy atrasado en las crónicas. ¡Bahhh! Cállate. Estás perdiendo tiempo. ¡No me jodas!

No quiero discutir esto por Chat – le escribo // No hay otra forma // Si, pero a mi esto del Chat no me gusta, siempre termino molesto contigo // Qué triste. // Si.

Afuera el viento sopla una vez más. Las ramas de los árboles se mueven de un lado a otro pero no parece ser una señal de tormenta.

- Van a ser las ocho – me dice Flavia desde la caja.

Me tengo que ir // Otra vez me vas a dejar así // Sí, no puedo hacer nada, aquí ya me están echando.


Me desconecto, salgo y camino por la vía principal. ¡Maldita sea! Por qué no puedo tener algún momento de tranquilidad. Llego al hostal y me pido un ´prato feito´. El argentino de pelo largo está comiendo con la pareja de argentinos del otro lado. Otra pareja de extranjeros habla susurrando. Como y vuelvo a la casa bajo un cielo despejado que se aprecia en tercera dimensión mostrando la galaxia de Milky Way. Estrellas cercanas y lejanas titilan cubriendo el hemisferio entero. Veo a Orión y la constelación de Sagitario. Me detengo un rato impactado por la imagen. Sigo adelante al tiempo en que me vuelve a la cabeza lo que un amigo que vive por fuera me dijo: - Colombia ya no es mi casa. Allá viven mis papás y algunos amigos que adoro, pero ya no es mi casa. Llega un punto en que la casa de tus papás o el país en el que naciste ya no es tu casa. Es un sentimiento extraño pero pienso en ello con frecuencia; mi casa es mi esposa. No importa en dónde estemos. Debe ser producto del sentimiento de familiaridad que ella me brinda. Tu eres mi casa, le he dicho muchas veces.

Llego a la cabaña y cierro la puerta. ¡Aaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhh! ¡Puta vida! ¡Nadie me diga nada!

Esta historia queda en continuará…, porque el mundo es mejor verlo con los propios ojos que por el Discovery Channel. (Las publicaciones se harán los martes aunque su periodicidad no puede garantizarse dada la naturaleza del viaje. Espere los jueves reportajes gráficos). Para ver más fotos del viaje diríjase a las páginas www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com y www.brasilendosruedas.blogspot.com Agradecemos a los siguientes colaboradores: Embajada brasilera en Colombia, Ibraco (Instituto cultural de Brasil en Colombia), Casa editorial El Tiempo, eltiempo.com, Avianca, Jugos Blast, Gimnasio Sports Gym y la revista Go “Guía del ocio”.


Monday, September 17, 2007



Tormenta en Praia do Rosa - Crónica XXX - Por: Eduardo Bechara Navratilova

(Esta travesía no podría hacerse sin el patrocinio de Gótica Eventos, Blast Premium y Hanna Estetics, Bogotá)

Favor hacer las donaciones para los niños con cáncer en la cuenta de ahorro exclusiva para Brasil en dos ruedas, número 0483124605-2 de Bancolombia a nombre de OPNICER (Organización de padres de niños con cáncer, Nit: 830091601-7). Con estas donaciones usted está ayudando a un niño enfermo de cáncer a tener una posibilidad de vivir.

Nota al lector: Esto no es ni una guía turística ni un manual de viajero.


El viento golpea el vidrio una y otra vez produciendo un sonido prolongado, una especie de lamento fatídico que resuena contra las paredes del local. Aún no es de noche pero los nubarrones extendidos bajo el cielo parecen haber terminado adelantando el ocaso. Un frío inusitado se cuela por mi piel incrustándose en mis músculos. Soy la única persona en aquel sitio, a excepción de una señora que compra un paquete de cigarrillos que la tendera saca de una vitrina.

- Esto pasa cuando una columna de viento que viene del sur se encuentra con una cálida que bajaba del norte. Es mejor que se apure si no quiere mojarse – oigo que le dice.

Sus palabras aparecen en la pantalla como emisarias justicieras que me indican que aún está molesta conmigo. “Ese cuento de la brasilera en el hostal de Buenos Aires me tiene enferma” leo al tiempo en que la mujer abre la puerta para salir y algunos papeles se vuelan del mostrador con la ráfaga. Le escribo que yo también me siento igual hacia ella, que lo he recordado todo. ¿Por qué le escribes eso? Porque es lo que siento, debo dejarlo salir. Sabes que la puede destruir. Lo sé, pero debo hacerlo. ´Tatiana is typing a message´ leo en el borde interior del rectángulo antes de que aparezca la siguiente frase: ¿Por qué me haces esto? // Porque es lo que siento // ¿Qué sientes? // Que tu me hiciste mucho daño // No quiero que sientas eso // No puedo evitarlo // ¿Tienes un teléfono al que te pueda llamar?

Camino hasta la tendera y le pregunto si puedo recibir una llamada. Me dice que sí pero que no me demore. Me da el número; lo envío por el Chat. Una tormenta se desata afuera donde las ramas de los árboles se mecen con violencia de un lado a otro. Las gotas caen sobre el pavimento con rabia partiéndose en mil pedazos. El teléfono timbra.

- Alo.

- Hola. ¿Cómo vas?

- No muy bien.

- Me has hecho mucha falta.

- Tú a mí.

- ¿Por qué andas pensando esas cosas tan feas?

-No sé, las cargo conmigo a donde voy.

- ¿Porqué no las metes en una bolsa y les prendes candela?

Un hombre abre la puerta y la entrada se salpica por completo. Sacude su cuerpo empapado y quita el pelo de su cara. Saluda a la tendera con un beso y camina hacia mi, poniendo unas cajas mojadas sobre el escritorio. Me mira con desagrado y dice: ¡Flavia! En cualquier momento nos puede entrar una llamada - ella me mira.

- Yo te adoro.

- Y yo a ti, sólo que todo lo que pasó me hizo mucho daño.

- Yo sé, pero déjalo ir.

Vuelvo al computador en donde reviso mi correo. Tengo un mensaje de Luis Evelio García que me dice que unas amigas colombianas de él van a llegar el sábado y que le gustaría saber si yo voy a estar en Florianópolis para esa fecha, pues quiere organizar un “asado colombiano”. Le respondo diciendo que no estoy seguro que esté allá pues quiero aprovechar mi estadía en ´Praia do Rosa´ para escribir.

Flavia me dice que está a punto de cerrar cuando el reloj se acerca a las ocho de la noche. Me despido de Tatiana en el Chat: Me encantó hablar contigo // a mi también, ya me siento más tranquilo.

Salgo a la calle. Un olor a vegetación mojada y humedad invade el ambiente. No llueve pero el hemisferio esta cubierto de nubes que la luna delata. Camino hacia el hostal en donde me como un ´prato feito´ por 6 reales y vuelvo en la oscuridad de la noche por la carretera destapada, en la que me topo a un búho de plumas cafés sobre el poste de un alambrado. Sus grandes ojos amarillos circundan sus pupilas como anillos dorados, captando cada uno de mis movimientos con un milimétrico sentido que lo induce a alzar el vuelo cuando estoy cerca. Llego a la cabaña y cierro la puerta tras de mi.

Bueno, por lo menos ya te sientes más tranquilo. ¿Estás loco? Ahora estoy peor. Pero si hablar con ella alivió tu espíritu. O empeoró el mal; no te das cuenta de que sigo perdido en este laberinto sin encontrar la salida. El laberinto está en tu cabeza, tu mismo te lo inventaste. Lo que es aún peor; los peores demonios del hombre están adentro de ellos mismos, actúan como enemigos invisibles que te pueden llevar a la muerte. Estás filosofando de nuevo. ¿Qué quieres que haga? Sabes que vivo una incertidumbre que me atormenta un instante tras otro, que aquellos dos dragones habitan en mí y que la muerte de uno de ellos también es la muerte de algo propio. ¿Sabes lo que es perder con la cara y perder con el sello? Eso no es nada nuevo, cualquier decisión es así, ganas algunas cosas y pierdes otras, es la vida de todo el mundo. Sí, con la diferencia de que aquí pierdo a la mujer que amo o la vida de artista con la que tanto he soñado.

Tomo un vaso de agua y me cepillo los dientes. Apago la luz y entro en la caliente cama que el ventilador no refresca. Su ruido asfixia el silencio de la noche. Doy vueltas hacia un lado y hacia el otro en medio de una oscuridad que lo consume todo. Mi cuerpo suda. Su voz me viene como un eco que retumba en mi cabeza. Su dulzura me martilla recordando lo que pierdo. Quiero darle cabezazos a la pared, terminar con esta agonía que me agobia y exprime la energía que me habita. Al cabo del tiempo sucumbo.

Eres un pusilánime. ¿Vas a dejar que otros tomen las decisiones por ti? Si fueras un hombre fuerte estarías en otro lado, habrías echo dinero, lo tendrías todo. ¡Déjame en paz! ¡Maldito seas! Esa siempre es la salida fácil, alejarse del problema para no tener la responsabilidad de la decisión. ¿Vas a dejar que te roben tus sueños? ¿Qué degraden tu sacrificio, los años que le has invertido a esto? La quiero. Hablas como un mariquita; de cuando acá te has vuelto un blandengue, un sentimentaloide que se deja moldear por las circunstancias. Soy artista, cargo una terrible esclavitud. Sí, pero ya no es tiempo de volver, quemaste las naves.

No le hagas caso, sólo te dice eso porque sabe que perdió territorio, que lo que te plantea es insensato y que la lógica empieza a primar: volver al lado de la mujer amada y llevar una vida normal.

¡Dragones de mierda! ¡Déjenme en paz! ¡Malditos!


Esta historia queda en continuará…, porque el mundo es mejor verlo con los propios ojos que por el Discovery Channel. (Las publicaciones se harán los martes aunque su periodicidad no puede garantizarse dada la naturaleza del viaje. Espere los jueves reportajes gráficos). Para ver más fotos del viaje diríjase a las páginas http://www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com/ y http://www.brasilendosruedas.blogspot.com/ Agradecemos a los siguientes colaboradores: Embajada brasilera en Colombia, Ibraco (Instituto cultural de Brasil en Colombia), Casa editorial El Tiempo, eltiempo.com, Avianca, Jugos Blast, Gimnasio Sports Gym y la revista Go “Guía del ocio”.


Tuesday, September 11, 2007



Almuerzo en Conceição - Crónica XXIX - Por: Eduardo Bechara Navratilova

(Esta travesía no podría hacerse sin el patrocinio de Blast Premium y Hanna Estetics, Bogotá)

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Nota al lector: Esto no es ni una guía turística ni un manual de viajero.


El agua crispaba ante los rayos que caían perpendiculares. Tenía hambre, aunque la vista de aquel hermoso y apacible lugar, lleno de bañistas en la orilla, kayaks, tablas de ´windsurf´ y bicicletas marinas de grandes y coloridas ruedas de plástico girando, lograba pasmarla. Estabas tensa, mirabas el entorno sin mucho interés pensando en alguna cosa. Yo creía que seguías molesta porque me había demorado tomando algunas fotos del arenal en el mirador, pero no era eso lo que te preocupaba.

Buscábamos un sitio en el cual comer; en días anteriores habíamos almorzando ahí mismo en un restaurante de barra libre de mariscos por solo 15 reales, pero esta vez queríamos cambiar y procurábamos, sin lograrlo, una nueva alternativa que satisficiera nuestros gustos de acuerdo a nuestros bolsillos.

- Tengo que pagar cuatro millones de pesos – dijiste luego de bajarnos del carro – el plazo se vence hoy.

- ¿Tu papá no te los presta?

- Préstame tu celular.

Así lo hice. Marcó unos números y al cabo de un momento la vi esperando con la mirada perdida sobre el panorama turquesa de la laguna.

- ¿No te contesta?

- Llamé a un ´call center´, voy a ver si puedo hacer una transferencia desde acá.

- ¿Y te tienen esperando?

- Sí, una computadora contestó.

Permanecí callado, aunque la idea de llamar al ´call center´ de un banco en Colombia desde un celular con ´Roaming International´ de tarifa millonaria no me gustaba. Entramos a un restaurante de pastas que se veía bien, las mesas tenían mantel, los asientos eran cómodos y la pared sostenía algunos cuadros de un paraje mediterráneo, pero cuando vimos la carta salimos del lugar. Entramos a otro mientras hablabas con algún funcionario del banco que finalmente había contestado. Nos sentamos al tiempo en que explicabas la situación e intentabas convencer a la persona de que podías demostrar que en efecto eras tu quien hablaba. Intenté no mirarte, el mesero no traía la carta y en ese instante empecé a contar cada minuto que pasaba mientras dictabas de un papel algunos números por el teléfono y luego continuabas hablando.

- ¿No nos vas a traer la carta?

- Pensé que estaban ocupados – respondió él.

La trajo y me di cuenta de que los precios eran peores que los del restaurante pasado. Te hice señas, nos levantamos y salimos de nuevo. No sabía bien a donde ir, no querías volver al restaurante de mariscos pero cualquier otra opción era inmanejable. Cruzamos la calle y caminamos hacia el carro, el maravilloso panorama de bañistas, kayaks y demás deportes acuáticos contrastando con el paisaje ahora lucía distinto. Intentaba comerme las manos para no decir nada, podían haber pasado unos quince minutos desde que habías marcado. Llegamos al carro y no tuve otra opción que seguir viendo el paisaje que ahora se planteaba como algo obligatorio; me tuviste ahí unos cinco o diez minutos más, lo recuerdo bien, unos jóvenes saltaban desde una plataforma ensayando clavados, hasta que finalmente colgaste.

- En cinco minutos me van a llamar para confirmar que estoy en Brasil.

Para ese momento ya no podía disimularlo, el minuto de la llamada entrante costaba el doble y el sólo hecho de pensar en ello quemaba la pared de mi estómago. Tomé mi celular, lo puse en el bolsillo de la mochila y me monté al carro sin decir nada.

- ¡Qué! ¿Me vas a hacer el reclamo?

- Mi papá es quien tiene que pagarlo en Colombia, no yo. Si fuera yo no me importaría.

- Eres un miserable, eres un miserable… un miserable, un miserable; eres un miserable, me dejas morir por cien pesos. Miserable, qué miserable… - mirabas por la ventana repitiendo aquella palabra que salía de tu boca para herirme una y otra vez como una daga que se clavaba en el centro de mi entraña. No respondí nada, aunque el dolor de oírte repetir eso mataba algo de mí por dentro, porque si bien podía resistir tus actitudes cuando me dejabas tirado en la playa al tomar muchas fotos o comentabas lo aburrido que me había vuelto, lo que salía de tu boca laceraba lo más íntimo de mi esencia convirtiéndome en una cucaracha. Supongo que ese es el precio que tengo que pagar por ser escritor. Mis papás lo cuestionaron cuando tomé la decisión de dejar el derecho: - ¿De qué vas a vivir?

Supongo también que la línea de acontecimientos es un resultado de los eventos del pasado, pero que me lo dijeras de esa manera, con aquel tono lacerante que usabas como si tú también estuvieras viviendo una pesadilla al estar ahí en esa isla paradisíaca conmigo, aparte de convertirnos a los dos en mártires, planteaba una división insuperable en nuestras vidas.

- Mucho miserable. ¡Increíble! Me deja morir por cien pesos – continuó diciendo cuando nos bajamos del carro en ´Praia Mole´ y caminó por un callejón desconocido. Había mucha gente; el lugar era muy lindo aunque eso no importaba. Cerré con rapidez y no tuve otra opción que seguirla hasta un local de llamadas internacionales del que hizo una por otros veinte minutos. No me atreví a decirle que en efecto había una llamada perdida en mi celular.

Cuando salió siguió caminando por ahí hasta que llegó a un almacén de vestidos de baño en el que compró dos. No hablábamos. Sólo la seguía aunque para ese momento tenía claro que era la última vez que me ponía en una situación parecida. Manejé en la desolación absoluta, bordeando el océano hasta ´Santino´. Cuando llegamos ya era de noche. No habíamos comido nada en todo el día pero no tenía hambre. Una vez más nos acostamos sin decirnos nada, ella se fue a su lado y yo al mío.

Levanto la cara de las manos, me paro y salgo de la cabaña. Aún hay luz aunque la tarde está muriendo. Camino por la carretera de tierra hasta la calle principal de Praia do Rosa llegando a un local de Internet en el que me conecto y entro a mi correo. Al poco tiempo me encuentra y recibo un mensaje.

“¿En dónde estás? Me tienes abandonada” – escribe // Ando en Praia do Rosa // ¡¿Qué haces allá?! – pregunta impactada.


Esta historia queda en continuará…, porque el mundo es mejor verlo con los propios ojos que por el Discovery Channel. (Las publicaciones se harán los martes aunque su periodicidad no puede garantizarse dada la naturaleza del viaje. Espere los jueves reportajes gráficos). Para ver más fotos del viaje diríjase a las páginas http://www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com/ y http://www.brasilendosruedas.blogspot.com/ Agradecemos a los siguientes colaboradores: Embajada brasilera en Colombia, Ibraco (Instituto cultural de Brasil en Colombia), Casa editorial El Tiempo, eltiempo.com, Avianca, Jugos Blast, Gimnasio Sports Gym y la revista Go “Guía del ocio”.


Tuesday, August 28, 2007



Desde la montaña - Cronica XXVIII - Por: Eduardo Bechara Navratilova

(Esta travesía no podría hacerse sin el patrocinio de Blast Premium y Hanna Estetics, Bogotá)

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Nota al lector: Esto no es ni una guía turística ni un manual de viajero.


Podría ser…: majestuoso, auque admito que es una palabra pretenciosa. Hacia el norte, formando un semicírculo perfecto, se ve Praia do Rosa y las cientos de olas que revientan en su orilla como finas manchas blancas que aparecen y desaparecen. Tras ella se levanta una montaña de pastos verdes, con múltiples cabañas que se asoman en su ladera. Más allá, por donde la punta de la sierra se rinde ante las azules aguas del mar, se vislumbran dos picos, uno más alto que el otro, que mueren sobre un horizonte grisáceo formando, al igual que ´Praia do Rosa´, otra bahía más pequeña que lleva el nombre de ´Praia Vermelha´. Aún más allá, por detrás de los dos picos que tapan la visual, deben estar las playas de ´Ouvidor´ y luego las de ´Barra´ y ´Ferrugem´, conectadas ambas por varios kilómetros de arena, hasta llegar cerca a la ´Lagoa Encantada´. Algunos kilómetros más hacia el norte, separada por otra larga montaña, se halla la de ´Silveira´ y luego la de Garopaba. Hacia el sur, serpenteando como una gran culebra de arena, se extienden las playas de ´Luz´ y la de ´Ibiraquera´, cortada por un canal que da contra el ´Saco da Lagoa´, la ´Lagoa de Baixo´, la ´Lagoa do Meio´ y la ´Lagoa de Cima´, hasta llegar a un enorme arenal que se adentra en la montaña. Más allá, por donde aquella otra punta de la sierra reposa como un lagarto inmóvil, se ve el puerto de Imbituba a unos 10 kilómetros de distancia y, aún más allá, hay tres montañas altas que se dibujan silenciosas debajo de una solitaria y rasante nube. Detrás de ellas, varios kilómetros hacia el sur, debe estar la ciudad de ´Tubarão´. Al frente, en el mar, apacible y cercana, yace la ´Ilha do Batuta´.


Bajo la cabeza sobre mis manos de nuevo. Sabes que podría llegar una serpiente y morderte en cualquier momento. Aquí abunda la coral, la cascabel y la Jararaca. Las culebras no te atacan a menos de que las provoques o te las encuentres de improviso. ¿Vas a quedarte aquí toda la tarde, sentado en esta roca lamentándote? ¿Qué quieres que haga? no te das cuenta de que llevo el alma rota. Sí, pero eso no te impide moverte; deberíamos terminar la caminata antes de que anochezca. Podría pasar la noche aquí, me da igual. ¿Tan desolado estás? no es un chiste lo de las víboras. Ya lo sé. ¿Entonces; qué esperas? No tengo energía, los recuerdos terminaron derribándome. Estás hablando como una nena. Sí, porque tú no quieres darte cuenta del dolor. El dolor es de todos, no sólo tuyo, si lo sigues alimentando va a crecer cada vez más. Pero es que no puedo dejar de pensar en lo que pasó, este nudo en la garganta no es gratuito. Deja de pensar en ello. No puedo, es aquella palabra que me dijo, no para de retumbar en mi cabeza; me ha hecho replantearme la vida entera. Estaba exaltada, no entendía lo que hacía. Si pero ella sabía que algo así me destruiría, tu sabes que hasta el hombre más fuerte puede ser destruido por la persona a la que ama. Pero si a ti nunca te ha importado lo que la gente piense de ti. No me importa lo que los demás piensen de mi pero sí lo que piensen mis papás, mi novia o mis mejores amigos. Exageras. No exagero, estoy herido de muerte, podría coger impulso y botarme ya mismo de este risco.

Me levanto y camino de nuevo, no puedo dejar de pensar en ello, en aquella palabra; es esa palabra lo que me atormenta tanto. Cruzo un pastizal en el que hay otras vacas pastando y sigo el camino que me lleva a lo largo de unos matorrales hasta la boca de una pendiente por donde comienza el descenso. Es esa palabra ¡Dios! Una sola palabra; una sola palabra puede destruirte como un cuchillo asesino. De nada sirvió mi monólogo nocturno, lo recuerdo bien, eran las tres de la mañana, nos habíamos acostado hacia las once pero de madruga ninguno de los dos podía dormir. Tu estabas de tu lado y yo del mío, no nos tocábamos. Me acerqué a ti y te invité a que te voltearas y recostaras tu cabeza sobre mi hombro. Así lo hiciste, los dos disfrutábamos demasiado dormir de esa manera como para que la noche pasara de largo sin que lo hiciéramos, sobre todo cuando nos quedaban un par de días en Florianópolis y luego otros contados en Praia do Rosa. – Nuestro tiempo es muy escaso – te dije. No respondiste nada pero yo pude sentir que tu respiración cambiaba. Los dos entendíamos lo que ello significaba.


Llego hasta la base de la montaña y bajo por un camino de arena que me lleva hasta el borde de la playa en donde hay unos carros parqueados, incluyendo una camioneta anaranjada de la que sale la melodía de una canción de samba. Veo algunas parejas y un grupo de amigos que se ríen con algún chiste que uno de ellos cuenta. Sigo de largo y camino hasta la punta pensando en que te acogía de nuevo sin importar lo que me hubieras dicho, porque sabía que cada segundo que pasaba expiraba y era un segundo menos.

- No sé por qué no podemos entendernos. La verdad no lo sé, he intentado liderar este viaje de la mejor manera posible, antes te encantaba como hacía las cosas, ahora no te gusta ni la manera en que meto el ´clutch´ del carro -. Te lo dije acompañado de llanto, mis lagrimas mojaban mi rostro en medio de la oscuridad, las olas reventaban en la playa junto a nuestra casa, el reloj seguía corriendo y tu sólo escuchabas, no decías nada – te lo digo en serio, tenemos que aprovechar estos últimos días juntos, yo no me quiero alejar de ti pero estás logrando distanciarme; cada comentario que haces está cargado de rabia. ¿Por qué no nos aprovechamos ahora que podemos?

Te apreté contra mi pecho pero sentí que en realidad le hablaba a la noche; no importaba que tu pupila brillara ante el resplandor que entraba por la ventana, porque si bien tu cuerpo buscaba mi calor yo lo sentía tenso, y el hecho de que te estuviera hablando de ello en ese tono de lamento profundo a aquella hora, significaba un desquite, por supuesto que a ti también te perjudicaba, pero por lo menos planteaba un equilibrio de cargas: yo te hacía daño con mi ida, tu me lo hacías con tus comentarios y actitudes.


Alcanzo la punta de ´Praia da Luz´ por donde un carro de policía se aproxima dejando sus huellas en la arena. Me devuelvo pasando al lado de unos pescadores que recogen algunas presas enredadas en sus redes.

Supongo que las fuerzas del universo deben siempre estar equilibradas. El triunfo del desamor se proclamaba y claro, cómo podía oponerme a él si yo mismo era quien lo había inducido con mi maldita idea de irme. ¿Cómo renegar ante la situación si era yo el que abandonaba y tú la abandonada?

- Ya sabes por qué me voy, te lo he repetido mi veces – y claro, callabas, no lo juzgo, porque en el fondo la rabia era la reina. ¿Cómo no odiar a quien plantea un mejor futuro para si y ni siquiera te invita?

¡Dónde está el amor del que hablas! pensaste. No lo dijiste pero yo pude escucharlo porque en esto del amor uno sabe lo que la otra persona está sintiendo así no te lo diga. Si tuvieras tanto amor por mi me incluirías en tus planes. Y claro, también te había repetido mil veces que no quería sacarte de tu ambiente, te helabas con el aire acondicionado y te hacían mucha falta tus papás así los fueras a ver pronto. ¿Qué pensar cuando estuvieras en la mitad del invierno a miles y miles de kilómetros de tu familia? El amor lo puede todo me pudiste haber dicho y sí, eso es cierto, pero es tan cierto como que uno no debe sacrificar a una persona. ¿Qué hubieras hecho al cabo del tiempo en aquel lugar extraño de lengua inteligible en el que ni siquiera podrías trabajar? El frío y la lejanía se superan, claro, no es eso, hay razones fundamentales y aquí todo se junta como un rompecabezas de esos en los que la figura sólo se ve hasta que se pone la ultima de las piezas. Es, esa palabra, esa palabra que me repetiste en la ´Lagoa da Conseição´ y luego dentro del carro, esa palabra que salía de tu boca mientras yo quería morirme al saber que tu pensabas eso de mi, esa palabra que me rajaba la piel para penetrar hasta mi alma y anidar en ella como un parásito maligno que se te mete y luego es imposible de eliminar. Esa palabra, es esa palabra la que confirma tantas cosas y en especial la de elegir un camino solitario, ya que si bien me sacrifiqué por mi terca intensión de ser artista, no hundiría en este barco a nadie más.


Me acerco de nuevo a los carros sobre la arena, al tiempo en que veo a una hermosa mujer de pelo negro y cuerpo dorado, salir del mar y caminar hacia uno de ellos moviendo sus estructurales nalgas separadas por un hilo dental de color azul. La miro de reojo una vez más, ahora en compañía de un hombre panzón de pantaloneta roja, antes de tomar el camino de arena y ascender por la montaña sintiendo como el dolor de la hernia se prolonga por mi pierna. ¡Maldita sea! ¡Maldita sea! Si pudiera tan sólo amarla. Sigo adelante hasta un punto en el que un toro negro me cierra el paso. ¡Diablos! Me mira con un gesto amenazante inclinando la cabeza al tiempo en que me acerco.

No lo hagas, en cualquier momento te salta encima. Si pero no tengo por dónde más pasar. Espera un poco. A mi cabeza llega la imagen de un periódico: “Colombiano muerto por un toro de un cachazo al corazón”. Esa sería muy larga, mejor esta: “Escritor encuentra la muerte en Praia do Rosa”, también está muy larga. “Excursionista muerto por un toro”. ¿Excursionista? Me siento como Don Quijote en alguno de sus capítulos, con la excepción de que estoy consciente del ridículo. Intento pasar de lado pero el toro me cierra el paso aún con más empeño. ¿Dónde demonios estaba antes? Estudio el terreno y termino pasando por medio de unos arbustos que me rayan los brazos y en los que sí podría haber una víbora esperándome. Llego hasta la roca en la que estaba sentado y sigo de largo descendiendo por la pendiente que me lleva hasta el borde de la carretera y de ahí vuelvo al restaurante en el que hay un gran letrero en madera que indica que esta es una zona de protección para la ballena franca. La tarde cae mientras camino hasta la cabaña cerrando tras de mi la puerta. Me siento en uno de los bancos y llevo mi cara sobre las manos. Es esa palabra, esa palabra… ¡Mucho idiota! Tú jamás debiste hacerle ese reclamo.

Esta historia queda en continuará…, porque el mundo es mejor verlo con los propios ojos que por el Discovery Channel. (Las publicaciones se harán los martes aunque su periodicidad no puede garantizarse dada la naturaleza del viaje. Espere los jueves reportajes gráficos). Para ver más fotos del viaje diríjase a las páginas http://www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com/ y http://www.brasilendosruedas.blogspot.com/ Agradecemos a los siguientes colaboradores: Embajada brasilera en Colombia, Ibraco (Instituto cultural de Brasil en Colombia), Casa editorial El Tiempo, eltiempo.com, Avianca, Jugos Blast, Gimnasio Sports Gym y la revista Go “Guía del ocio”.