Tuesday, August 28, 2007



Desde la montaña - Cronica XXVIII - Por: Eduardo Bechara Navratilova

(Esta travesía no podría hacerse sin el patrocinio de Blast Premium y Hanna Estetics, Bogotá)

Favor hacer las donaciones para los niños con cáncer en la cuenta de ahorro exclusiva para Brasil en dos ruedas, número 0483124605-2 de Bancolombia a nombre de OPNICER (Organización de padres de niños con cáncer, Nit: 830091601-7). Con estas donaciones usted está ayudando a un niño enfermo de cáncer a tener una posibilidad de vivir.

Nota al lector: Esto no es ni una guía turística ni un manual de viajero.


Podría ser…: majestuoso, auque admito que es una palabra pretenciosa. Hacia el norte, formando un semicírculo perfecto, se ve Praia do Rosa y las cientos de olas que revientan en su orilla como finas manchas blancas que aparecen y desaparecen. Tras ella se levanta una montaña de pastos verdes, con múltiples cabañas que se asoman en su ladera. Más allá, por donde la punta de la sierra se rinde ante las azules aguas del mar, se vislumbran dos picos, uno más alto que el otro, que mueren sobre un horizonte grisáceo formando, al igual que ´Praia do Rosa´, otra bahía más pequeña que lleva el nombre de ´Praia Vermelha´. Aún más allá, por detrás de los dos picos que tapan la visual, deben estar las playas de ´Ouvidor´ y luego las de ´Barra´ y ´Ferrugem´, conectadas ambas por varios kilómetros de arena, hasta llegar cerca a la ´Lagoa Encantada´. Algunos kilómetros más hacia el norte, separada por otra larga montaña, se halla la de ´Silveira´ y luego la de Garopaba. Hacia el sur, serpenteando como una gran culebra de arena, se extienden las playas de ´Luz´ y la de ´Ibiraquera´, cortada por un canal que da contra el ´Saco da Lagoa´, la ´Lagoa de Baixo´, la ´Lagoa do Meio´ y la ´Lagoa de Cima´, hasta llegar a un enorme arenal que se adentra en la montaña. Más allá, por donde aquella otra punta de la sierra reposa como un lagarto inmóvil, se ve el puerto de Imbituba a unos 10 kilómetros de distancia y, aún más allá, hay tres montañas altas que se dibujan silenciosas debajo de una solitaria y rasante nube. Detrás de ellas, varios kilómetros hacia el sur, debe estar la ciudad de ´Tubarão´. Al frente, en el mar, apacible y cercana, yace la ´Ilha do Batuta´.


Bajo la cabeza sobre mis manos de nuevo. Sabes que podría llegar una serpiente y morderte en cualquier momento. Aquí abunda la coral, la cascabel y la Jararaca. Las culebras no te atacan a menos de que las provoques o te las encuentres de improviso. ¿Vas a quedarte aquí toda la tarde, sentado en esta roca lamentándote? ¿Qué quieres que haga? no te das cuenta de que llevo el alma rota. Sí, pero eso no te impide moverte; deberíamos terminar la caminata antes de que anochezca. Podría pasar la noche aquí, me da igual. ¿Tan desolado estás? no es un chiste lo de las víboras. Ya lo sé. ¿Entonces; qué esperas? No tengo energía, los recuerdos terminaron derribándome. Estás hablando como una nena. Sí, porque tú no quieres darte cuenta del dolor. El dolor es de todos, no sólo tuyo, si lo sigues alimentando va a crecer cada vez más. Pero es que no puedo dejar de pensar en lo que pasó, este nudo en la garganta no es gratuito. Deja de pensar en ello. No puedo, es aquella palabra que me dijo, no para de retumbar en mi cabeza; me ha hecho replantearme la vida entera. Estaba exaltada, no entendía lo que hacía. Si pero ella sabía que algo así me destruiría, tu sabes que hasta el hombre más fuerte puede ser destruido por la persona a la que ama. Pero si a ti nunca te ha importado lo que la gente piense de ti. No me importa lo que los demás piensen de mi pero sí lo que piensen mis papás, mi novia o mis mejores amigos. Exageras. No exagero, estoy herido de muerte, podría coger impulso y botarme ya mismo de este risco.

Me levanto y camino de nuevo, no puedo dejar de pensar en ello, en aquella palabra; es esa palabra lo que me atormenta tanto. Cruzo un pastizal en el que hay otras vacas pastando y sigo el camino que me lleva a lo largo de unos matorrales hasta la boca de una pendiente por donde comienza el descenso. Es esa palabra ¡Dios! Una sola palabra; una sola palabra puede destruirte como un cuchillo asesino. De nada sirvió mi monólogo nocturno, lo recuerdo bien, eran las tres de la mañana, nos habíamos acostado hacia las once pero de madruga ninguno de los dos podía dormir. Tu estabas de tu lado y yo del mío, no nos tocábamos. Me acerqué a ti y te invité a que te voltearas y recostaras tu cabeza sobre mi hombro. Así lo hiciste, los dos disfrutábamos demasiado dormir de esa manera como para que la noche pasara de largo sin que lo hiciéramos, sobre todo cuando nos quedaban un par de días en Florianópolis y luego otros contados en Praia do Rosa. – Nuestro tiempo es muy escaso – te dije. No respondiste nada pero yo pude sentir que tu respiración cambiaba. Los dos entendíamos lo que ello significaba.


Llego hasta la base de la montaña y bajo por un camino de arena que me lleva hasta el borde de la playa en donde hay unos carros parqueados, incluyendo una camioneta anaranjada de la que sale la melodía de una canción de samba. Veo algunas parejas y un grupo de amigos que se ríen con algún chiste que uno de ellos cuenta. Sigo de largo y camino hasta la punta pensando en que te acogía de nuevo sin importar lo que me hubieras dicho, porque sabía que cada segundo que pasaba expiraba y era un segundo menos.

- No sé por qué no podemos entendernos. La verdad no lo sé, he intentado liderar este viaje de la mejor manera posible, antes te encantaba como hacía las cosas, ahora no te gusta ni la manera en que meto el ´clutch´ del carro -. Te lo dije acompañado de llanto, mis lagrimas mojaban mi rostro en medio de la oscuridad, las olas reventaban en la playa junto a nuestra casa, el reloj seguía corriendo y tu sólo escuchabas, no decías nada – te lo digo en serio, tenemos que aprovechar estos últimos días juntos, yo no me quiero alejar de ti pero estás logrando distanciarme; cada comentario que haces está cargado de rabia. ¿Por qué no nos aprovechamos ahora que podemos?

Te apreté contra mi pecho pero sentí que en realidad le hablaba a la noche; no importaba que tu pupila brillara ante el resplandor que entraba por la ventana, porque si bien tu cuerpo buscaba mi calor yo lo sentía tenso, y el hecho de que te estuviera hablando de ello en ese tono de lamento profundo a aquella hora, significaba un desquite, por supuesto que a ti también te perjudicaba, pero por lo menos planteaba un equilibrio de cargas: yo te hacía daño con mi ida, tu me lo hacías con tus comentarios y actitudes.


Alcanzo la punta de ´Praia da Luz´ por donde un carro de policía se aproxima dejando sus huellas en la arena. Me devuelvo pasando al lado de unos pescadores que recogen algunas presas enredadas en sus redes.

Supongo que las fuerzas del universo deben siempre estar equilibradas. El triunfo del desamor se proclamaba y claro, cómo podía oponerme a él si yo mismo era quien lo había inducido con mi maldita idea de irme. ¿Cómo renegar ante la situación si era yo el que abandonaba y tú la abandonada?

- Ya sabes por qué me voy, te lo he repetido mi veces – y claro, callabas, no lo juzgo, porque en el fondo la rabia era la reina. ¿Cómo no odiar a quien plantea un mejor futuro para si y ni siquiera te invita?

¡Dónde está el amor del que hablas! pensaste. No lo dijiste pero yo pude escucharlo porque en esto del amor uno sabe lo que la otra persona está sintiendo así no te lo diga. Si tuvieras tanto amor por mi me incluirías en tus planes. Y claro, también te había repetido mil veces que no quería sacarte de tu ambiente, te helabas con el aire acondicionado y te hacían mucha falta tus papás así los fueras a ver pronto. ¿Qué pensar cuando estuvieras en la mitad del invierno a miles y miles de kilómetros de tu familia? El amor lo puede todo me pudiste haber dicho y sí, eso es cierto, pero es tan cierto como que uno no debe sacrificar a una persona. ¿Qué hubieras hecho al cabo del tiempo en aquel lugar extraño de lengua inteligible en el que ni siquiera podrías trabajar? El frío y la lejanía se superan, claro, no es eso, hay razones fundamentales y aquí todo se junta como un rompecabezas de esos en los que la figura sólo se ve hasta que se pone la ultima de las piezas. Es, esa palabra, esa palabra que me repetiste en la ´Lagoa da Conseição´ y luego dentro del carro, esa palabra que salía de tu boca mientras yo quería morirme al saber que tu pensabas eso de mi, esa palabra que me rajaba la piel para penetrar hasta mi alma y anidar en ella como un parásito maligno que se te mete y luego es imposible de eliminar. Esa palabra, es esa palabra la que confirma tantas cosas y en especial la de elegir un camino solitario, ya que si bien me sacrifiqué por mi terca intensión de ser artista, no hundiría en este barco a nadie más.


Me acerco de nuevo a los carros sobre la arena, al tiempo en que veo a una hermosa mujer de pelo negro y cuerpo dorado, salir del mar y caminar hacia uno de ellos moviendo sus estructurales nalgas separadas por un hilo dental de color azul. La miro de reojo una vez más, ahora en compañía de un hombre panzón de pantaloneta roja, antes de tomar el camino de arena y ascender por la montaña sintiendo como el dolor de la hernia se prolonga por mi pierna. ¡Maldita sea! ¡Maldita sea! Si pudiera tan sólo amarla. Sigo adelante hasta un punto en el que un toro negro me cierra el paso. ¡Diablos! Me mira con un gesto amenazante inclinando la cabeza al tiempo en que me acerco.

No lo hagas, en cualquier momento te salta encima. Si pero no tengo por dónde más pasar. Espera un poco. A mi cabeza llega la imagen de un periódico: “Colombiano muerto por un toro de un cachazo al corazón”. Esa sería muy larga, mejor esta: “Escritor encuentra la muerte en Praia do Rosa”, también está muy larga. “Excursionista muerto por un toro”. ¿Excursionista? Me siento como Don Quijote en alguno de sus capítulos, con la excepción de que estoy consciente del ridículo. Intento pasar de lado pero el toro me cierra el paso aún con más empeño. ¿Dónde demonios estaba antes? Estudio el terreno y termino pasando por medio de unos arbustos que me rayan los brazos y en los que sí podría haber una víbora esperándome. Llego hasta la roca en la que estaba sentado y sigo de largo descendiendo por la pendiente que me lleva hasta el borde de la carretera y de ahí vuelvo al restaurante en el que hay un gran letrero en madera que indica que esta es una zona de protección para la ballena franca. La tarde cae mientras camino hasta la cabaña cerrando tras de mi la puerta. Me siento en uno de los bancos y llevo mi cara sobre las manos. Es esa palabra, esa palabra… ¡Mucho idiota! Tú jamás debiste hacerle ese reclamo.

Esta historia queda en continuará…, porque el mundo es mejor verlo con los propios ojos que por el Discovery Channel. (Las publicaciones se harán los martes aunque su periodicidad no puede garantizarse dada la naturaleza del viaje. Espere los jueves reportajes gráficos). Para ver más fotos del viaje diríjase a las páginas http://www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com/ y http://www.brasilendosruedas.blogspot.com/ Agradecemos a los siguientes colaboradores: Embajada brasilera en Colombia, Ibraco (Instituto cultural de Brasil en Colombia), Casa editorial El Tiempo, eltiempo.com, Avianca, Jugos Blast, Gimnasio Sports Gym y la revista Go “Guía del ocio”.

Thursday, August 16, 2007


Praia do Rosa (V) - Crónica XXVII

(Esta travesía no podría hacerse sin el patrocinio de Blast Premium y Hanna Estetics, Bogotá)

Favor hacer las donaciones para los niños con cáncer en la cuenta de ahorro exclusiva para Brasil en dos ruedas, número 0483124605-2 de Bancolombia a nombre de OPNICER (Organización de padres de niños con cáncer, Nit: 830091601-7). Con estas donaciones usted está ayudando a un niño enfermo de cáncer a tener una posibilidad de vivir.

Nota al lector: Esto no es ni una guía turística ni un manual de viajero.


¡Vino anoche! En medio de mis sueños me susurró al oído: Eres débil y eso te hace vulnerable. ¿No te has dado cuenta de que lo tienes todo servido? Una mujer esplendorosa, el cariño de una familia, educación, salud y la juventud que aún anida en ti. Si quisieras dejarías esto atrás para volver con ella, dejarte seducir por una vida apacible de logros más pequeños pero más reales. Antes de voltear de lado, respondí: Dices eso porque no eres tú quien siente la carga de los sueños. Hablas como un hombre, me dijo el otro dragón. Quise abrir los ojos y decirles a ambos que no irrumpieran en la mitad de la noche, pero fue imposible, permanecí inerte bajo el viento leve del ventilador de techo cuyas aspas apenas sirven para mover un poco el aire del lugar.

El brillo del sol se cuela por entre las ranuras de la ventana como siempre. Permanezco tendido un rato. Me levanto, la abro y vuelvo a la cama. Un olor a vegetación fresca invade el espacio. Por entre la ventana veo matas verdes llenas de flores violetas y moradas que escalan la ladera. ¿Qué voy a hacer? Quisiera tener tranquilidad de mente y espíritu, no pensar más en ello, dejar que las olas siguieran reventando en la playa y mirar su ondulación como un fenómeno magnífico de la naturaleza. Entiendo que el dolor aprisiona y no suelta. Entiendo también que te pone una mordaza y que surte una especie de intoxicación que te pasma, como el veneno de una culebra que se difumina por tu cuerpo destruyéndolo hasta la muerte. ¡Bahhhh! Tanta pensadera te ha vuelto poeta. Me levantó y voy a la ducha, me lavo los dientes, desayuno con yogurt de ‘morango’ y un sándwich de jamón y queso. Enciendo el computador y empiezo a trabajar en el cuento de los ‘Macacos Voladores’.

La mañana se va de largo. Almuerzo con otro sándwich y un poco más de yogurt de ‘morango’. Vuelvo al computador hasta que un hastío de teclas, ideas y palabras me hace huir de manera inmediata. Tomo el camino de arena que cruza la ‘Fazenda Verde’ hasta descender en la playa. La tarde está soleada pero la brisa levanta la arena. Camino hasta un restaurante en el ala sur y me pido un ‘Açai na tigela’. Aquí también estuve con ella, una tarde en la que había un grupo tocando en vivo, las personas tomaban cerveza y el sol se ponía detrás de la montaña formando en el horizonte un tono turquesa que se apoderó del escenario. De un momento a otro apareció una turma gigantesca de argentinos y una vez que el grupo terminó de tocar pusieron tecno y la rumba electrónica se tomó el lugar entre los saltos y bailes de las personas que esa tarde de verano, perdían sus ojos en el profundo color del horizonte que luego se llenó de estrellas.

Sobre el fondo oceánico aparece la figura lejana de un crucero. Los tibios rayos del sol acarician mi piel mientras degustó la fruta exótica del Amazonas que se sirve como una delicada pasta helada de color vinotinto, acompañada con trozos de banano y granola. Del otro lado del entablado hay una pareja comiendo y más cerca una familia completa que aparenta ser la dueña del lugar, pues todos, incluida la abuela y los pequeños nietos, le dan órdenes a un desgarbado mesero argentino que corre cada vez que piden algo.

Pierdo mis ojos en el horizonte y luego de un rato pago los 6 reales. Bajo por las escaleras de madera que desembocan en la arena y camino hacia el borde de la desértica playa en donde hay una solitaria pareja al lado de unas rocas amarillas y rojizas. Escalo una pendiente y le tomo una foto a la totalidad de la playa que se extiende frente a mi de una punta a otra, mostrando un ángulo desconocido. Continúo caminando por una carretera destapada que circunda la montaña hasta un punto en el que se convierte en la entrada de una propiedad cercada en la que se aprecia una vieja casa a medio caer y unas barcas de pescadores recostadas contra unas piedras. Tres tipos intentan meter una pesada nevera de icopor dentro del baúl de un taxi.

- Onde fica a trilha? – les pregunto.

- Vai la, recto – responde uno de ellos haciendo un gesto con su mano, pero lo cierto es que no sé por dónde se sube a la montaña hasta que veo bajar a un extranjero que me indica el camino a tomar.

- Be aware of the bull – recomienda.

Escalo el camino de piedra con el dolor de la hernia como un enemigo endemoniado. Paso al lado de unos peñascos rodeados de un panorama azul y verde que me conmueve. Sigo adelante hasta toparme con un puñado de vacas no muy amistosas que dejo atrás.

A medida en que asciendo un nudo en mi garganta se incrementa. Voy pensando en ella, en todo lo que pasó, en lo que me dijo y el desgarro que produjo en mí. Manoteo unas flores con rabia y sigo adelante. ¿Por qué lo hizo? Me lo he preguntado mil veces. Todo parece retrotraerse porque justo en los momentos cumbres - el increíble panorama se abre ante mis ojos y veo desde lo alto la cadena montañosa que se incrusta en el mar hacia el hemisferio sur, incluido el puerto de Imbituba como un dibujo de algún pintor impresionista – el sentimiento que me acompaña no es el de libertad absoluta, sino en cambio, ese horrible nudo en la garganta que me acuerda que algo anda mal y que mi vida está hecha pedazos. ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! Como un fantasma vuelve el recuerdo de las Cataratas de Iguaçu, - ¿por qué lo hiciste? – la veo con el rostro fruncido ante el esplendoroso panorama de la Garganta del Diablo que vocifera un continuo tremor que enmudece al resto de la naturaleza con su belleza. El agua pasa por debajo de la pasarela verde de metal puesta ahí para acercarte a Dios un poco más, pero ¡no!, mi pecho no está inflado sino que en cambio siento el nudo en la garganta que me comprime casi hasta la asfixia - porque tu estás apartada de mi y te veo restregar la cara con tus manos mientras apoyas los brazos en la baranda, tal vez sintiendo ese mismo nudo en la garganta o algo similar que nos aleja y nos mortifica hiriéndonos de muerte -. Al otro día las vimos desde afuera, desde el lado brasilero y pudimos vislumbrar que nos veíamos ínfimos, como otros lo hacían en aquel momento, ya que las pasarelas del lado argentino están incrustadas en los saltos mismos formando un panorama esplendoroso, único en el mundo – que para ti y para mí, en ese momento constituía la mayor contradicción del universo pues nada hay peor que amar y odiar a una persona al mismo tiempo.

¡Deja eso atrás! ¡Cállate!

¡Cállate tú!

- Me acerqué a ti pero fue imposible conciliar, me respondiste “déjame en paz”, admito que ya estaba harto de acercarme a conciliar, entonces te dejé sola y en cambio te tomé una foto, no sé si lo hice para que el momento se me quedara grabado de por vida o simplemente porque me pareció inusitado el hecho de que dentro de tanta belleza cupiera tanto dolor, ya había pasado innumerables veces – recuerdas lo de la Plaza de Orrego, sucedió en Palermo una noche antes y de nuevo, como un boomerang que me hería de muerte volvía la escena de la fiesta del año nuevo en Colón donde bailaste durante horas con esas niñas sin siquiera mirarme como lo hacías de nuevo y yo sentía que podía arrancarme la carne con las uñas. Te miré en silencio ante el espectacular panorama de fondo pensando que yo mismo debía ser una bestia al despertar lo peor de ti, al martirizarte, así como tu lo hacías, frente a un fenómeno natural de ese tipo, luego de que el día había sido perfecto, nos habíamos tomado fotos, mirado con complicidad y reído a carcajadas sobre la lancha que remontaba parte del río hasta unos de los saltos que bañaban a todo mundo con su caudal poderoso en un éxtasis de emociones para grandes y chicos, aún más para nosotros, porque mi cámara era contra agua y la podíamos mojar y retratar el momento como dos adolescentes fugitivos en pleno descubrimiento del amor, pero ¡oh diablos! la cámara, así como nos unía y nos hacía reír también nos hacia llorar. Y lo acepto, estoy lleno de defectos despreciables (ya lo he dicho antes) puede que haya puesto una barrera entre la cámara y tu, - con el paso del tiempo he venido pensando que fue precisamente eso lo que te llevó a herirme el alma como sucedió algunos días después en Florianópolis, con esa palabra asesina que retumba en mi cabeza como el recuerdo del día en que parte de mi fue tirada al mar para que se la comieran los tiburones.

- ¡Dale! ¡Rápido! Préstame tu cámara y te tomo una foto desde acá – dijiste parada en la escalera de metal de uno de esos fotógrafos que cobra 10 reales por retratarte frente a la Garganta del Diablo, yo te pasé la máquina, su batería estaba a punto de morir en cualquier momento y aún no teníamos fotos de la Garganta desde ese punto, sonreí pero justo en ese instante se paró un hombre enfrente arruinando la foto y luego lo hicieron otras personas a un lado y al otro, porque el punto era tan codiciado que todo mundo quería estar ahí y los seres humanos dejaban de ser personas para convertirse en un enjambre de insectos que se pisoteaban y yo seguía sonriéndole a la cámara, ya no con tanta naturalidad al pensar que los últimos instantes de la batería se estaban consumiendo sin sentido y que nos quedaríamos sin las fotos del escenario, lo cual me llevó, ya en un acto desesperado, a alejarme del punto y caminar hacia ti - tú aún manoteabas para que la gente se corriera - y decirte: - Apaga la cámara y dámela.

- Párate allá, estoy a punto de tomarla.

- ¡No! Apágala y dámela – repetí.

La soltaste al bajar de la escalera y preguntaste: - ¿Por qué haces esto?

- No tenemos pila – respondí.

- No me refiero a eso. ¿Por qué truncas cada intento espontáneo que yo tengo?

- Aún tenemos que tomar las fotos de la Garganta.

- Muérete con tus fotos - me gritaste y fuiste a frotar tus ojos con las manos envueltas – luego me di cuenta – en lágrimas que se desprendían humedeciéndolas.


Esta historia queda en continuará…, porque el mundo es mejor verlo con los propios ojos que por el Discovery Channel. (Las publicaciones se harán los martes aunque su periodicidad no puede garantizarse dada la naturaleza del viaje. Espere los jueves reportajes gráficos). Para ver más fotos del viaje diríjase a las páginas http://www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com/ y http://www.brasilendosruedas.blogspot.com/ Agradecemos a los siguientes colaboradores: Embajada brasilera en Colombia, Ibraco (Instituto cultural de Brasil en Colombia), Casa editorial El Tiempo, eltiempo.com, Avianca, Jugos Blast, Gimnasio Sports Gym y la revista Go “Guía del ocio”.

Wednesday, August 08, 2007


Praia do Rosa (IV) - Crónica XXVI - Por: Eduardo Bechara Navratilova

(Esta travesía no podría hacerse sin el patrocinio de Blast Premium y Hanna Estetics, Bogotá)


Favor hacer las donaciones para los niños con cáncer en la cuenta de ahorro exclusiva para Brasil en dos ruedas, número 0483124605-2 de Bancolombia a nombre de OPNICER (Organización de padres de niños con cáncer, Nit: 830091601-7). Con estas donaciones usted está ayudando a un niño enfermo de cáncer a tener una posibilidad de vivir.

Nota al lector: Esto no es ni una guía turística ni un manual de viajero.


¡Levántate! ¡Levántate ya! no te puedes hacer esto. No quiero, esta cama me invita a quedarme. Cambio de posición y me acomodo boca abajo. La luz que se cuela por el borde de la ventana golpea mis párpados y me cubro la cara con la sábana. Al poco tiempo el calor brutal me lleva a descubrirla. Me acomodo hacia el otro lado. ¡Levántate! ¿Vas a pasar toda la mañana así acostado sin aprovechar el tiempo? Debes escribir las crónicas, conocer los alrededores de la playa. Permanezco acostado durante unos minutos más y me levantó. Tomo una ducha y desayuno con yogurt de ‘morango’ y un sándwich de jamón y queso. Enciendo el computador y empiezo a escribir. Lo hago hasta que un nudo en la garganta me hace papar. Deja de pensar ya en ello, te estás mortificando. Releo apartes del cuento ‘Macacos Voladores’ pero el recuerdo vuelve a mi y me detengo de nuevo. Abro la puerta de la cabaña para que el aire pesado se refresque.

Esa no era la idea, venir aquí para esto. Querías reponerte de tu hernia, tener unos días para escribir apartado del mundo sin que un teléfono o alguna persona interrumpieran tu ritmo de trabajo. Lo sé, pero qué quieres que haga, todo ha vuelto como una avalancha incontrolable. Así es como lo siento, como si todo esto fuera una avalancha que se nos vino encima y ahora estoy tratando de buscar la superficie en medio de la nieve compacta. Siento que escasea el aire y que se me dificulta respirar. No encuentro una salida. Busco explicaciones que terminan siempre en una batalla de titanes. Por supuesto que podría perdonarla, ella misma lo pidió – no sé por qué fui tan injusta contigo – me dijo cuando volvió a Colombia y yo aún estaba en Buenos Aires – no sé lo que pasó, por favor perdóname -. Así lo hice o creí hacerlo aunque perdonar no es lo mismo que olvidar. El tronco de un árbol no es igual si sobre él cae de forma repetida el golpe de un hacha. Sí, pero ella te pidió perdón y tu te aferras a los malos recuerdos por encima de los innumerables momentos de felicidad que tuvieron. No es mi culpa, así lo siento. ¿Tu crees que uno controla lo que siente? Sí así lo quiere, sí. Y quién te ha dicho que así lo quiero. ¡Déjame en paz! Eso es lo que quiero: que todo el mundo me deje en paz.

Paso el día entero sin salir de la cabaña. Retomo la escritura del cuento y adelanto algo de las crónicas. De tarde, cuando el sol se enfila directo hacia el ocaso decido salir un rato. No me dirijo hacia el mar sino que tomo el camino destapado y llego hasta la calle principal de ‘Praia do Rosa’. El restaurante ‘Tucano’ ya abrió sus puertas y las dos jóvenes vestidas con camisas coloridas, están paradas en su puerta invitando a la gente a entrar con sus miradas. Sigo derecho buscando otra alternativa hasta que doy con el albergue juvenil en el que hay un ‘prato feito’ por seis reales, ocho con una cerveza. La tomo a sorbos lentos mientras espero a que me sirvan. A mi lado hay un par de brasileros de pelo rasta que hablan entre ellos algunos temas de surf. Otro con una guitarra canta unas canciones en portugués un poco desafinadas. Diagonal, hay una pareja de argentinos con un mechudo que, una vez acabada la canción, habla entre dientes para que nadie los oiga. Una pareja de europeos llega y luego lo hace una señora despeinada y muy delgada de unos cuarenta. Luce el top de un biquini y una pantaloneta que deja ver la extensión total de sus piernas de garza. El músico se marcha y doy otro sorbo a mi cerveza.

- Así es éste lugar, hay gente que viene y no se va – le oigo decir a uno de los rastas a mi lado. También debe tener unos cuarenta, también es delgado, su piel es morena y su cara marca facciones bruscas. – Hace siete años llegué aquí de pura casualidad. Era una época muy dura, pensaba incluso en el suicidio. Después de unos días jamás volví a pensar en ello. Nunca he salido ni planeo hacerlo.

- Aparte aquí la ‘maconha’ es ilimitada – dice la mujer del biquini de una mesa a otra.

- Eso y el surf – responde el otro rasta, que es un poco más joven y menos mulato, mientras una mesera les sirve el mismo ‘prato feito’ que yo aguardo y que llega luego de unos veinte minutos. Mezclo los frijoles negros con el arroz y la ensalada, corto un pedazo de pollo asado a la plancha que trincho con el tenedor que me llevo a la boca. El argentino de pelo largo sigue hablando en voz baja con la pareja mientras degusto mi comida. Cuatro hombres que parquean una Pathfinder frente al restaurante entran y se sientan en una mesa. También son argentinos.

- Estuvo bien Che, ¿no te parece? – le dice uno a otro.

- Sí, creo que estuvo bien. No la hubiera rebajado más.

Tomo el último sorbo de mi cerveza y pago la cuenta, compro una botella de agua y camino a la cabaña arrastrando la pierna bajo el dolor de la hernia que me atormenta. La noche está clara y es posible ver la luna sobre la copa de unos árboles y unas ramas largas de bambú, escondida entre una nube que la llena de pliegues. Me encantaría sentirme feliz. Dejar todo atrás, vivir el momento sin pensar en nada distinto, disfrutar una caminata nocturna respirando un aire puro. ¿Y por qué no lo haces? Tu lo sabes, no es posible desprenderse del mundo de buenas a primeras, mucho menos de una persona que te quiere y a quien tu quieres. Si pudiera dejarlo atrás lo haría, caminaría con mayor liviandad. ¡Hazlo! ¡Hazlo! ¿Hazlo? ¿Hazlo? Creo que no haz entendido nada. No entiendes que el amor limita tus movimientos, que así como te alimenta te deja morir de hambre, así como es liberador puede constituir un lastre, te sonríe pero también te frunce el seño. Es verdad lo que se dice, que entre mayor es el amor mayor es el dolor, las personas sensibles sienten estados de felicidad más profundos pero en esa misma medida sienten también estados de tristeza más intensos. ¿Crees que filosofar del amor es algo nuevo? ¿Cuántas veces no escuchamos decir que el amor te somete con su atracción o su tiranía? Si pudiera repetirlo lo haría una y mil veces. Al pensar en los momentos maravillosos que pasé al lado de ella entiendo por qué ahora tengo que tragar estos escorpiones. Pero cuán amargos son y cuán potente es su veneno. Quisiera gritar o correr si la hernia así me lo permitiera, dejar atrás el dolor que me parte en dos el alma. Un grito en la mitad de la noche con la luna de fondo y los juncos que el viento mece con su movimiento cauteloso. Ya estoy cerca del ‘Engenho do Rosa’. Podría hacerlo; dejar salir un estruendo desde el fondo de la entraña en la mitad de la noche. ¡Aaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhh! No lo hago. ¡Hazlo! ¡Hazlo! No lo considero prudente, no quiero alterar a nadie, pueden pensar que algo muy malo me está pasando. Sí, pero es así. Aún no entiendes, este tipo de dolor no se libera con gritos, se va mascando segundo a segundo, un instante tras otro.

Llego a la cabaña, tomo agua, me cepillo los dientes y me acuesto en la oscuridad. Veo que te gusta soportar el dolor como una especie de masoquista despiadado. ¡Déjame en paz! Te lo he pedido varias veces, este tipo de cosas son las que te eligen, no las elijes a ellas. Pregúntales a todas las personas del mundo que están en este momento en esta situación si ellas quisieran estar así, metidas en una cama en la mitad de la nada pensando en el amor perdido con un hueco en el corazón. ¿No entiendes que hay dos dragones que se cruzan en mi camino y que cada uno de ellos quiere predominar? Uno propende por el amor. Cuando estoy profundo viene a mi lado y me habla al oído, me dice: Vuelve con ella, podrían hacer una bonita familia, piensa en lo que construirían, ella sería un apoyo para ti, tu uno para ella, los dos juntos llegarían muy lejos unidos de la mano. ¿Imaginas los hijos tan lindos que tendrían? El otro, más insistente porque viene de antaño, no tolera la idea de un desvío, un cambio de planes que destruya el derrotero planteado. Este me habla cuando estoy despierto o cuando sueño pero aún estoy con los ojos abiertos, me dice: No hay nada más importante que la palabra de un hombre, estás haciendo esto por ti y porque así lo decidiste desde hace mucho. ¿Cuánto no has sacrificado por ello? Tu vida entera, la comodidad de una profesión como la del derecho que te daba para alimentar a tus hijos, pagarles un buen colegio, verlos crecer a tu lado admirándote como un hombre firme que lidera una familia porque puede. No te acuerdas que el bruxismo te está desgastando los dientes, no estás consciente de que te estás comiendo tu BMW 323 i de 1980, ese último mohicano que quedaba de una vida pasada de mayor esplendor económico en la que te ibas en avión a bucear a la costa de Colombia desde Bogotá si así te daba la gana, porque tenías una cuenta en un banco que te soportaba el lujo o la excentricidad. Se han quemado las naves, lo sabes bien. Volviste a la universidad a estudiar literatura porque era el primer paso que debías tomar, un primer paso que te llevó a subir un peldaño con esfuerzo y sacrificio a sabiendas de que el otro camino, aquel que dejaste ir, te llevaba más cerca de una vida cómoda pero no así esplendorosa, no en el sentido en que tu la quieres. Hoy estás aquí, recorriendo metro a metro una costa que estás haciendo tuya porque así lo decidiste. ¿Dime cuantas personas hacen lo que les gusta en la vida? Responde eso. Sabes que en Colombia las posibilidades para un escritor son más escasas que en otras partes del mundo, sabes que la partida del país que te vio nacer y crecer, donde están todos los tuyos ha sido tan dolorosa como el peor de los desgarros musculares, lo sabes bien y estuviste de acuerdo en enfrentarlo, tuviste coraje y eso es de admirar, pero dime: ¿Echarías todo esto atrás, ahora que piensas pisar nuevos territorios, estudiar por fuera en busca de un mejor destino? ¿Piensas echar todo esto por la borda? Yo a veces le respondo: No lo sé, el amor que siento es intenso y está puesto en mi camino por algo, también hay que saber escuchar los mensajes que le da a uno la vida o los gritos del corazón que aúllan como un lobo en la mitad de la noche. Entonces me responde: No tendría que decírtelo porque tú lo sabes bien, pero dime una cosa: el amor le va a dar de comer a tus hijos. ¿Qué tienes tu para darle a la mujer que amas si aquí estás gastando la totalidad de tu dinero y en donde vives no tienes como generarlo con tu arte? Yo podría decirle: el amor mueve montañas pero permanezco en silencio porque sé lo que me va a decir y esto último hace que las fibras de mi abdomen se contraigan, porque es ahí precisamente en donde estos dos dragones dan su batalla: Tu sabes y lo sabes bien, porque te lo has repetido varias veces, tu mismo se lo repetiste a ella hasta el cansancio: al quedarte en Colombia y no realizar el plan que te has trazado, le entregarías a la mujer que te quiere, a un hombre frustrado que un día se planteó tomar el camino más largo, aquel camino de Robert Lee Frost el “que hacía toda la diferencia”, pero que en el trayecto del mismo decidió ir hacia atrás y buscar de nuevo el corto, porque, dame la excusa que quieras, dime que por amor se sacrifica todo, pero yo más bien pienso que lo haces porque no aguantaste la caña. Lo último que te digo, menciona el dragón, es: si haces eso, te garantizo que el resto de la vida serás un muerto viviente. No le hagas eso a ella ni te lo hagas a ti.


Esta historia queda en continuará…, porque el mundo es mejor verlo con los propios ojos que por el Discovery Channel. (Las publicaciones se harán los martes aunque su periodicidad no puede garantizarse dada la naturaleza del viaje. Espere los jueves reportajes gráficos). Para ver más fotos del viaje diríjase a las páginas http://www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com/ y http://www.brasilendosruedas.blogspot.com/ Agradecemos a los siguientes colaboradores: Embajada brasilera en Colombia, Ibraco (Instituto cultural de Brasil en Colombia), Casa editorial El Tiempo, eltiempo.com, Avianca, Jugos Blast, Gimnasio Sports Gym y la revista Go “Guía del ocio”.